Jump to content

Tomás [ESPAÑOL]


dangerdanger

Recommended Posts

UNO

Conocí a Tomás durante las vacaciones de verano. Yo acababa de recibirme de profesor de Matemática y como el resto de mis amigos había tenido que ingeniármelas dando clases particulares. Por suerte para mi frágil economía el asunto resultó bastante bien y en poco tiempo, gracias a la ayuda del boca en boca y la suerte de encontrar al "Peor Curso de la Historia de la Humanidad", en poco tiempo me encontré dando clases particulares todos los días. Así que cada día visitaba una casa diferente donde encontraba los mismos chicos y chicas que no entendían nada de nada, que si les hablaba de ecuaciones podían llegar a decir que ellos no querían estudiar química y que si por casualidad se me ocurría preguntar que era lo que no entendían largaban respuestas del estilo:

—De mitad de año en adelante nada.

Así fue como una tarde particularmente calurosa conocí a Tomás. Su mamá me había contactado por recomendación de la mamá de un amigo de él. Tomás tenía diecisiete años y al parecer las matemáticas no eran su fuerte. Lo que primero me llamó la atención fue el tamaño de la casa. Mi padres no eran pobres, ni mucho menos. Tenían su departamento y su casa de fin de semana en el country, pero yo nunca había visto una casa de semejante tamaño en medio de la ciudad. ¡Ocupaba media cuadra! 

La madre le pidió a una de las mucamas (tenían mas de una) que me llevara al estudio del fondo y se fue ella misma a buscar a su hijo al segundo piso. Atravesamos la casa y salimos al jardín más grande que vi en mi vida. Tenían una pileta olímpica y una cancha de tenis que solo ocupaba menos de la tercera parte e todo. En pocas palabras: una mansión.

La mucama me abrió la puerta del estudio y me pidió si me podía traer algo para tomar. Le pedí una limonada.

Lo que sucedió después me resulta medio confuso ya que no estaba preparado. Había dado clases a chicos de esa edad y más grandes también. A mis treinta y cinco ahora me daba cuenta de los chico que había sido a mis veinticinco aunque yo en esa época no me daba cuenta. Quizás por eso no asocié lo que estaba viendo con nada más. Un hombre salió de la cancha de tenis después de hacer frontón durante un rato. Llevaba puesto solo un pantalón debajo del cual asomaban unas piernas enormes, largas y musculosas que se tensaban con cada paso que daba. Se podían ver la forma de los músculos con cada movimiento, así como la casi inexistencia de grasa. Eran unas piernas propias de un hombre... y que hombre. Por sobre el pantalón comenzaban los abdominales más grandes y perfecto que hubiera podido imaginar sobre los que sobresalía un pecho enorme y poderoso que brillaba con cada rayo de luz. Todo ese cuerpo de hombre era coronado por unos hombros del tamaño de melones de los que salían dos brazos más poderosos que había visto. Era un cuerpo que emanaba una fuerza impresionante. Una musculatura que parecía estar empujando por crecer todavía más. Se tiró al agua antes de que pudiera ver su cara. Nadó hasta el extremo cerca de donde yo estaba y solo con la fuerza de sus poderosos hombros se elevó hasta salir. Fue la muestra de lo que un hombre era capaz si se proponía crecer, volverse fuerte y solo eso: seguir creciendo. Se elevó en toda su increíble altura y pude ver el rostro de niño de diecisiete años. 

Agarró una toalla y se acarició apenas cada parte de su enorme y poderoso cuerpo. Todos sus músculos exhalaban juventud, fuerza y una potencia sexual de la que yo ni siquiera había tenido una pizca. Me tendió la mano.

—Vos debés ser Diego.

Su mano era enorme y fuerte. Sus dedos eran los dedos de un hombre desarrollado y poderoso. Tomó mi mano entre las suyas y al saludarnos pude ver el imposible bicep de su brazo marcándose con el menor movimiento. Yo estaba tan anonadado que un hombre pudiera ser tan joven y tan musculoso que no pude decir nada más que:

—Si.

Tomás me sacaba más de una cabeza de altura. Era un hombre joven y poderoso. Lo más parecido a un semental salvaje y brillante. La cercanía con sus músculos enormes brillando cerca de mí me hizo perder el hilo de la historia que me había estado contando. Se puso la toalla sobre el hombro y se fue a buscar una remera. Yo quise ser esa toalla.

  • Like 8
  • Upvote 2
Link to comment
Share on other sites

DOS

 

Casi tan impresionante como el tamaño y la definición de los músculos de Tomás era el hecho de que no fuese vanidoso. Quizás vanidoso sea una palabra extraña para definir a alguien, pero cuando a uno le llaman la atención los hombres cuyos músculos son fuera de lo normal uno empieza a darse cuenta de esas cosas.

Está lleno de hombres que van a trabajar sus cuerpos porque lo necesitan, porque se sienten demasiado disminuidos y no pueden evitar querer flexionar un brazo enorme frente a la cara de alguien más. Están los que siempre usan musculosas para que todo el mundo pueda verles los hombros marcados y la sombra de un pecho que trabajaron hasta convertirlo en dos montañas de músculos. Están los que se ponen la ropa ajustada, una remera unos talles más chicos, para que se les marquen los brazos, los hombros y el pecho. O los que siempre que tienen la mínima oportunidad se sacan la remera para que todos vean el torso tallado en piedra que tienen. Están los que se miran al espejo y hacen fuerza, los que se sacan selfies siempre que pueden, los que caminan con los brazos levantados un poco de más y con las piernas algo separadas. Los que cuando tienen la oportunidad flexionan ambos brazos para mostrarte los hombre que son. Los que se tocan el pecho pero que imagines lo que sería tocarlos, sentir la fuerza de su cuerpo contra el tuyo. Los que posan frente a las cámaras de sus computadoras en calzones y se pasean para que veas, para veas y veas y veas. Están los que salen a correr sin remera para que la transpiración les bañe los músculos mientras sus tetas enormes rebotan a cada paso. Están los que aman ser musculosos, solo eso y se excitan con su propio cuerpo y su propia fuerza. Los que viven de la mirada de los otros sobre el tamaño de sus músculos. Cualquiera de esos podía llegar a calentarme y a más de uno le dediqué alguna paja pensando en sus cuerpos. Pero para mí el más seductor de todos era el que no le interesaba mostrarse. El que no le interesaba hacer un show del tamaño de sus brazos, de la forma de impresionante de su pecho o el ancho imposible de su espalda. Ese que no se había esforzado para volverse más musculoso sino que se esforzaba porque así lo habían educado. Ese al que la genética, la suerte y dios lo había bendecido con un cuerpo imposible y una fuerza descomunal. Tomas probablemente fuese el más impresionante de todos ellos.

La remera que se había puesto no dejaba adivinar ni la  forma de su cuerpo. No era una remera particularmente grande, pero el corte y el tamaño justo daban la sensación de que podía tener un cuerpo como cualquier otro. Lo que no podían ocultar era tamaño inmenso de sus antebrazos.

Nos sentamos uno al lado del otro para que yo le pudiera mostrar cómo se hacían los ejercicios, por lo que mi brazo estaba junto al de él. La diferencia fue suficiente para que se me parara la pija. Era un antebrazo bronceado y cubierto por una fina capa de pelo dorado. Era tres veces mas grueso que mi brazo y con cada movimiento de sus dedos los músculos se le marcaban o aparecía uno sobre otro. Un antebrazo de ese tamaño solo podía anteceder a un brazo inmenso, a un bicep del tamaño de un melón. Era un antebrazo que transmitía una fuerza inmensa, un hombre cuyo cuerpo era capaz de levantar un auto... 

Pero a Tomás no le importaba nada de eso, para él éramos tan solo dos tipos estudiando matemática.

Yo no lo podía creer.

Cuando un lápiz se me cayó de la mesa, me agaché para recogerlo y ahí tuve la visión del paraíso. Debajo de la mesa sus piernas largas y musculosas se apretaban contra el pantalón corto y parecían brillar con luz propia. Tomás tenía uno muslos inmensos y marcados. Con cada movimiento del más chiquito de sus dedos se tensaba algún músculo que le daba a sus largas piernas un aspecto de caballo, algo fuera de lo normal. Y su pie... ¡Era el doble de largo que el mío!

No tuve más opción que dejar caer prácticamente toda mi cartuchera para tener una excusa para correr la silla y agacharme y ver sus dos piernas con toda mi atención, así como el bulto enorme bajo la tela del pantalón. El tamaño de su cuerpo me estaba mareando. Y con cada cosa que veía yo repetía para mís adentros: "Tiene 17. Veinte años menos que yo y debe pesar el doble". Debía ser tres veces... ¿Qué digo? ¡Diez veces más fuerte! 

Y no voy a negar que Tomás era fachero. Lo era, pero yo había estado demasiado ocupado intentando ver algo más de su cuerpo. Cuando me di cuenta de que si seguía agachándome algo iba a empezar a verse mal me pude dar cuenta de que era mucho mas lindo de lo que me había parecido. El principio de una barba asomaba en su mandíbula ancha y masculina. Todo en él tenía la suavidad de la juventud y la fuerza de ser un hombre ya desarrollado. Esa tarde fue la primera en que lo ayudé con matemática y por suerte para mí su falta de capacidad para la matemática me sorprendía casi tanto cómo su cuerpo cubierto de los músculos más perfectos que había visto en mi vida.

 

  • Like 8
Link to comment
Share on other sites

El profesor tiene un crush con su alumno y vaya que crush. 

Tomas ha de darse cuenta lo que esta pasando, no creo que sea tan tonto.

Me gusta como va todo

  • Thanks 1
Link to comment
Share on other sites

  • 9 months later...

Que genial!, Especialmente me encantó la parte donde se le cae el lapiz.. esa escena fue 🔥. Ese profesor va a querer meterle mas clases extra, y yo creo que Tomas va a darse cuenta y a jugar un poco con eso jejej. A esperar como sigue jejej

  • Thanks 1
Link to comment
Share on other sites

(Me había faltado la parte buena de esta historia. Díganme qué les parece. 😜)

TRES

 

Las clases particulares de Tomás fueron durante un año entero lo que más esperaba que sucediera cada semana. Tener la oportunidad de ver su cuerpo tan musculoso para alguien tan joven me excitaba cada noche hasta perder la cabeza. Tomás le ponía ganas pero le costaba aprender, simplemente esa materia era algo que no le entraba en la cabeza. Lo que sí parecía entrarle era como volverse cada día un hombre más enorme. Porque para mi sorpresa cada día que lo veía sus músculos parecían haber aumentado de tamaño con respecto a la semana anterior. Sin embargo a él eso le pasaba por completo desapercibido, o sea quiero decir: parecía no importarle si tenía músculos grandes o no. Para él tener ese cuerpo inmenso lleno de músculos y fuerza era tan natural como para tener mi cuerpo. Eso me volvía todavía más loco. Era como si no se diera cuenta y con cada movimiento sus músculos se desplegaban con una naturalidad que muchas veces me dejaba con la boca abierta. A Tomás esto también le pasaba desapercibido, como si no se diera cuenta lo que su lomazo causaba en el resto.
Así pasó ese año maravilloso hasta que una tarde ocurrió lo que yo más temía. Tomás aprobó los exámenes y la madre me agradeció pagándome una buena plata.
—Eso es todo —me dijo.
Me dijo que Tomás estaba en la pileta si me quería despedir de él. Fui a buscarlo, temblando tanto por la idea de verlo sin remera como de que sería la última vez quizás para siempre. Tomás me vio mientras nadaba y dando unas brazadas increíbles que dejaban expuesta su espalda musculosa nadó hasta donde estaba yo. Se empujó con sus brazos enormes para salir de la pileta y por poco me desmayé al ver su cuerpo enorme todo bronceado, trabado y cubierto de agua brillando como si fuera una perla. Su pecho rebotaba suave y poderoso sobre mi cabeza. Nos dimos la mano. La suya envolvió a la mía. Tomás me agradeció con timidez y se volvió a tirar al agua. Él parecía tan avergonzando como yo de todo.
Los meses siguientes no pude evitar darle vueltas a su casa casi todas las semanas para ver si lograba verle. Pero de su casa enorme solo salía una camioneta negra y volvía a entrar al garage. Cuando hubo pasado medio año perdí las esperanzas y solo me quedó el recuerdo de sus músculos.
Así pasaron cinco años hasta que un día sonó mi teléfono.
Yo me había ido un mes al country de mis viejos para estudiar tranquilo para una presentación de mi tesis. En esa época el country estaba casi vacío y parecía un pueblo fantasma. Para la temporada de calor todos los vecinos se iban a la costa y no quedaba nadie. Por las mañanas me iba a correr, volvía, me tiraba a la pileta y después de ducharme me dedicaba a estudiar. En eso estaba cuando sonó mi teléfono y atendí. Mi corazón se salteó un latido cuando escuché la voz de la mamá de Tomás. Me contó que siempre se acordaba de mí y que había sido el único profesor que había logrado que Tomás aprendiera algo de matemática. Ahora tenía que rendir el curso de ingreso para la carrera y necesitaba alguien que lo pudiera preparar. El problema era que tan solo tenía dos semanas para el examen y necesitaba que lo ayudase ya.
La idea de volver a ver a Tomás hizo que me fallara el cerebro, pero para mi sorpresa esa falla me ayudó al final. Dije:
—Estoy en el country de mis viejos durante todo este mes preparando un examen importante... Lo que puedo ofrecerle es que Tomás venga a mi casa para estudiar conmigo.
A ella la idea le pareció tan buena que dijo:
—Dios mío, eso sería perfecto. Ya mismo le digo y mañana sale para allá.

A la mañana siguiente pasó esto.
Bien temprano me avisaron que Tomás estaba en la entrada del country. Lo dejé pasar y salí a esperarlo. Hacía un calor terrible que hacía que toda la ropa que usara la sintiera molesta y pesada. Daban ganas de estar en calzones todo el rato. La camioneta negra de vidrios polarizados que frenó era una cosa gigante, de esas que tienen escalera para subir y que son tan altas como un colectivo. La puerta se abrió y la cara hermosa y bronceada de Tomás asomó por arriba y subió cuando pensé que eso sería todo siguió subiendo y subiendo y subiendo y mientras lo hacía apareció un cuello grueso como un toro, fuerte y enorme, y después de eso unos trapecios super desarrollados y altos como montañas que desembocaban en dos hombros gigantes llenos de tendones y cuerdas enormes y tensas. Primero pensé que Tomás no llevaba remera, pero me confundí. Usaba una musculosa rosa de esas que apenas son dos cordones sobre los hombros y que cuelgan como una bandera diminuta al viento. Ni siquiera servía para cubrir sus perfectos abdominales. Pero me estoy adelantando, por que antes de todo eso vi asomar un pecho gigante de unos músculos masivos y super definidos. Unos pectorales que parecían estar todo el tiempo en tensión pero al mismo tiempo rebotaban como dos tetas suaves y perfectas. La remera esa ni siquiera tapaba sus pezones que estaban a kilómetros de distancia. Su espalda tenía una forma de V perfecta, llena de músculos que sobresalían como montañas. Una pierna gigante del tamaño de un caballo asomó y después de la otra. Tomás cerró la puerta. Además de la musculosa rosa que apenas cubría un centímetro de su gigantesco y musculoso cuerpo todo marcado y fuerte llevaba un jean que ni siquiera la mina mas puta se habría atrevido a usar. Era un pantalón corto de jean que le apretaba el culo para darle una forma perfecta pero que dejaba sus dos piernas peludas y enormes llenas de músculos a la vista y por si eso no fuera poco resaltaba el inmenso bulto del medio. Tomás no solo había pegado un estirón altísimo, debía medir más de dos metros y medio, sino que sus músculos por poco se habían quintuplicado en tamaño y en definición. Solo podía imaginar la fuerza que debía tener ahora ese macho inmenso y musculoso. Encima de ese cuerpo impresionante asomaba la misma cara de adolescente que había visto hacia cinco años solo que ahora descansaba sobre el cuerpo mas musculoso que había visto en mi vida. Se detuvo junto a mi como si fuera un árbol y se asomó por encima de sus pectorales para verme bajo.
—¿Que hacés, Diego? ¡Estás igual!
—Tomas... —dije y lo miré de arriba a abajo para no perderme ningún detalle de sus gigantescos músculos—. Te diría que estás igual pero creo que sería solo la quinta parte de la verdad...
—Ja! Sí, creo que estoy un poco más grande de la última vez que me viste —dijo y se llevó una mano a la cabeza y pude ver el bícep gigante que se formó en su brazo.
Era una bestia.
—¿Un poco? ¿Cuando fue? ¿Hace cinco años? Creo que solo me sacabas una cabeza en ese entonces.
—Ja, ¿en serio? La verdad que no me acuerdo, siempre fui bastante grande, pero creo que si, el último año crecí mucho mas que antes y mis músculos también crecieron un poco más de lo normal.
—¡¿Un poco mas?! Tomás, sos gigante.
—Ja, solo estoy un poco musculoso.
—¿Un poco? ¡Tomás nunca vi a nadie tan musculoso en mi vida!
—Ja, puede ser, la verdad que no me doy cuenta. Para mi ya es normal que me digan que estoy un poco grande.
—Dios mio, chabón, ¿cuanto pesás?
—Hace bastante que no me peso, pero la última vez estaba en 500 kilos...
Al escuchar eso por poco me bajó la presión. Hacía demasiado calor.

Cuando entramos Tomás tuvo que agacharse para pasar por la puerta, fue algo gracioso para él que debía sentir que estaba entrando en una casa de juguete.
—En casa mamá mandó a hacer las puertas mas grandes para que pueda pasar sin tener que agacharme —dijo mientras maniobraba sus gigantesco cuerpo para pasar.
Sus inmensos pectorales rozaron el marco de la puerta.
Dentro de la casa le pasó que su cabeza chocó con el techo. Lo ofrecí que se sentara pero cuando vio la silla me dijo:
—No creo que esa silla aguante mi cuerpo.
Era verdad.
Me acordé que teníamos un banco hecho de un pedazo de tronco. Era pesado como la mierda y me costaba moverlo por lo que siempre estaba juntando polvo debajo de la escalera. Intenté sacarlo pero no pude. Tomás me dijo:
—¿Te ayudo?
Metió su gigantesco brazo y agarró el tronco con una mano como si no pesara nada, lo apoyó cerca de la mesa y se sentó encima. Era como si un hombre adulto estuviera sentado en una mesa para chicos de dos años. Sentado todavía me sacaba dos cabezas.
Me puse a preparar el desayuno.
—Me imagino que siendo tan grande todo te debe resultar un poco incómodo... digo, las cosas no están hechas para tu tamaño...
—Si —dijo riéndose—, es difícil encontrar ropa. Todo me queda chico. Mamá contrató una modista para que me haga ropa de mi talle, pero en verano prefiero andar con musculosas y este que es el último jean que me queda.
—No creo que te dure mucho.
—ja ja, no, creo que está a punto de explotar.
—¿Te puedo hacer una pregunta, sin que te ofendas?
—¿Me vas a preguntar si uso esteroides?
—¿Como sabías?
—Todo el mundo me lo pregunta, pero en verdad no lo preguntan, asumen que es así. Supongo que no es culpa de nadie, cuando ves a alguien tan musculoso como yo es lo primero que pensás.
—Tomás, nunca en mi puta vida vi a alguien tan musculoso como vos.
—ja, si, eso también. No pero, no tomo esteroides. Mi doctor me dijo que tengo una enfermedad.
—¿Onda gigantismo?
—Jaja, no, no, es algo de la testosterona. Según los estudios que me hice tengo alrededor de cien mil veces la testosterona de un hombre normal.
—What? Me estás jodiendo?
—Ja ja, no, posta.
—¿Y eso te hace tan musculoso?
—Si y no. O sea si, pero el problema son los otros efectos de la testosterona.
—¿Que son?
—Básicamente dos. Uno te imaginarás, estoy... ya sabés...
—¿Caliente?
—Sip, todo el tiempo... o casi todo el tiempo...
—¿O sea?
—O sea que me masturbo mucho...
—¿Mucho es?
—Cuarenta veces al día...
—Wow... eso es mucho... ¿Y la otra?
—Es algo que se arregla con estas pastillas y mucho ejercicio. Básicamente a medida que me fue subiendo la testosterona me daban ganas de pelear todo el tiempo. Como agarrarme a trompadas con todo el mundo. Para eso solo hay dos soluciones que tienen que ir juntas. Estas pastillas y entrenar todos los días entre 6 y 8 hs diarias para descargar la fuerza.
Me senté a la mesa con el desayuno servido. De Cerca su cuerpo parecía todavía más enorme y fuerte.
—¿Violento? ¿vos?
—Bueno, estoy tomando mis pastillas —dijo.
—¿Y estos días con el entrenamiento que vas a hacer?
—Ah, traje mis cosas. No te preocupes, puedo entrenar en el patio.
—¿Y por tanto entrenamiento tenés los músculos tan grandes?
—Si, también según el medico mi densidad muscular es mucho mayor que la de cualquier hombre. En cristiano: un musculo mio es varias veces mas fuerte que el musculo de alguien mas del mismo tamaño.
—Tomás, no hay nadie de tu tamaño.
—Ja ja, lo sé, por eso, si, soy un poco fuerte.
—¿Cuanto levantás?
—Con el pecho estoy levantando dos toneladas.
—¿¿!¿!¿!¿!¿!¿!Queeeeeeee!?!?!?!?!?!?
—ja ja, si, pero si lo pensás no es mucho. Es cuatro veces mi peso. Eso es un poco mas que una persona entrenada.
—Wow... sos He-man... y cuando entrenas...
—¿Si me vuelvo mas grande?
—Todo el mundo te pregunta lo mismo, ¿no?
—ja, si, mas o menos... Pero si, cuando entreno me vuelvo mas grande, y mucho mas duro.
—Wow... ¿y entrenás toda la semana?
—Todos los días, sábado y domingo también. Incluso el fin de semana hago un poco mas. Es que si no entreno es como que siento que me siento demasiado cargado. Por eso tengo que entrenar mucho y supongo que por eso crecí un poco más en el último tiempo.
Cuando dijo eso sin querer sus enormes pectorales se levantaron y volvieron a bajar.

Tomás se comió una cantidad imposible de tostadas, frutas, huevos y yogur. No tardé en descubrir que en cada comida él comía lo mismo que yo en dos días enteros. Por suerte la madre de él le había enviado un cargamento de comida para que no tuviéramos que comprar nada y en caso de necesidad tenía su tarjeta de crédito.
Ni bien terminamos nos pusimos a estudiar. Adentro de la casa el aire acondicionado no funcionaba y afuera el calor era demencial. Teníamos solo la pileta para refrescarnos, pero a mi me daba vergüenza sacarme la remera frente a él. Supongo que su gigantescos músculos me intimidaban, además de estar tan cerca. Para poder estudiar prácticamente yo tenía que tener su gigantesco brazo (era más grande que yo) a mi lado para que él pudiera ver lo que yo anotaba y yo pudiera ver lo que él hacía. Igual así era bastante molesto, Tomás era demasiado grande.
—Si ponés tu brazo ahí no puedo ver —dije y me reí.
Frente a mis ojos estaba su gigantesco bícep y aunque no estaba flexionado se le veía perfecto todo definido y marcado. Un brazo enorme a cinco centímetros de mi cara.
—Perdón, es medio incómodo —dijo y se río.
Después se le ocurrió una idea.
—Hagamos esto.
Se puso de pie con cuidado de no golpear el techo y puso la silla detrás de mí. Cuando se sentó sus peludas y musculosas piernas quedaron a ambos lados. Era como si el hermano mayor y musculoso se sentara a la mesa de su hermanito de 3 años para que este le enseñara sus dibujitos. Yo no podía creer el tamaño de su cuerpo, de sus brazos y sus pectorales que coronaban mi cabeza como dos montañas. Cuando yo le mostraba algo podía sentir su gigantesco tamaño encima de mí, pero cuando él tenía que escribir la sensación era indescriptible. Era como estar sentado en el regazo de un macho cubierto de músculos y del tamaño de una montaña. Podía ver cada uno de sus gigantescos músculos moviéndose. Era un espectáculo increíble.
—¿Te molesta si me saco la remera? —me preguntó—. Hace mucho calor.
—¿Ese trapo? —le dije yo en broma y nos reímos.
—Sí, es que no hay nada mas que me entre —dijo y con un movimiento lento de ambos brazos se sacó la musculosa.
Sus abdominales eran enormes y perfectos uno sobre otro en su cintura angosta sobre la que se alzaban sus pectorales gigantes. Cuando levantó sus brazos por poco me desmayé con solo verlo hacer ese movimiento increíble. 
—¿No tenés calor? —me dijo.
—Si... eh... no, pero estoy bien. Bah, no, si, hace mucho calor.
Intenté sacarme la remera pero estaba tan transpirada que se me pegó a la panza.
—Te ayudo —dijo Tomás y con sus gigantescas manos me sacó la remera.
Pude sentir sus enormes dedos alrededor de mi como si yo fuera un muñeco.
—¿Sabes hace cuanto que no uso una de estas? —dijo sosteniendo mi remera con sus manos como si fuera una remera de un muñequito.
—No creo que mi remera te entre.
—Ni en un brazo —dijo y para mostrar su punto flexionó su gigantesco bícep que explotó en tamaño.
Seguimos trabajando pero yo podía sentir el calor de su inmenso cuerpo sobre el mio. Cada cinco minutos no podía dejar de pensar que estaría pensando él que era tan enorme y musculoso viéndome tan chiquito y fuera de forma. De seguro le debía parecer un enano débil y con panza.
—Me estoy cagando de calor —dijo y se pasó una mano por todo el cuerpo musculoso solo para mostrar su punto—. Mirá, estoy todo transpirado solo de estar sentado.
Era verdad, sus músculos brillaban enormes y perfectos. Parecía un modelo de revista en tamaño extra extra extra large...
Nos metimos a la pileta. Para lo que Tomás se puso un traje de baño que le quedaba apretado y le marcaba el gigantesco bulto y el culo enorme y musculoso. Cada cosa que hacía a mi me volvía loco y tenía que hacer un esfuerzo por no quedarme babeando por su cuerpo.
Tomás era tan enorme que no había forma de que se tirara a la pileta. Incluso parado en la parte mas profunda sus pectorales quedaban sobre el agua. Yo me sentía como una mojarrita nadando junto a un toro musculoso y enorme.

Después de eso Tomás se puso a entrenar. Bajó pesas y pesas de la parte trasera de su camioneta. Intenté ayudarlo hasta que intenté levantar uno de los enormes discos. Ni siquiera pude moverlo un centímetro.
—No te preocupes, yo puedo hacerlo solo —dijo encima mio mientras se agachaba para levantarlo con una sola mano.
Era un disco de 100 kilos. ¿Existía algo como eso? Se ve que si.
Cuando la levantó su brazo se puso enorme y duro.
—Creo que todo lo que traje pesa más que vos, así que no te hagas drama.
Llevó todo al jardín y después se puso a calentar saltando y corriendo en el lugar. Yo no podía dejar de ver sus pectorales enormes rebotando arriba y abajo. Todo su cuerpo musculoso bajo el sol parecía estar hecho de un material más duro, algo poderosísimo.
Y ahí nomás empezó a entrenar sus pectorales. Armó una barra con varios discos y se acostó en el piso para hacer lo que pude contar como cincuenta repeticiones. Después agregó más discos e hizo cuarenta. Cuando puso todos los discos le pregunté:
—¿Eso cuanto es?
—Una tonelada creo —dijo Tomás moviendo sus brazos atrás y adelante.
Su pecho se había vuelto gigante. Era el doble que antes.
—¿Y podés con eso?
—Si, lo de antes fue solo calentamiento.
Dijo eso y se acostó para hacer veinte repeticiones. Hizo cinco series y recién la última le costó algo, pero no mucho.
Cuando se paró, sin darme cuenta dije:
—Wow...
Si antes me había parecido grande ahora era simplemente irreal de enorme. Tomás era una bestia, el semental más musculoso del mundo.
—Ja, te dije que me crecen los músculos —dijo, puso una mano enorme sobre uno de sus mucho mas enormes pectorales y lo levantó como si lo pesara.
Esa sola imagen de él tocándose su cuerpo musculoso hizo que se me parara la pija. Tuve que cruzar las piernas para disimularlo todo.
Después de eso siguió entrenando. Trajo unas mancuernas gigantes que pesaban doscientos kilos cada una y con eso hizo más entrenamiento de pecho. Después de eso entrenó sus tríceps. Con cada movimiento sus brazos fueron adquiriendo un tamaño todavía mayor. Cuando terminó (fueron dos horas de un entrenamiento casi sin descanso y con pesos imposibles) le costaba moverse y todo su cuerpo parecía hecho de concreto. Se metió en la pileta y cuando salió me acabé en los pantalones solo de verlo subir las escaleras todo enorme y mojado con el agua recorriendo toda su musculatura gigante.
—Wow... —dije, era lo único que podía decir.
—Ja, ¿estoy un poco musculoso?
—Tomás, sos enorme. Nunca vi a nadie con músculos como los tuyos.
Después de eso comimos (Tomás comió cantidades industriales de comida) y nos sentamos a estudiar. El único tema es que ahora que Tomás había entrenado estaba tan duro y tan enorme que era mas difícil que antes. Se sentó detrás mio y cuando se inclinó hacia adelante sus pectorales gigantes me empujaron hacia adelante.
—Uh, perdón, estoy re duro del entrenamiento —dijo y se estiró hacia arriba en un despliegue enorme de músculos increíbles—. Después de entrenar me cuesta moverme.
—No solo eso —dije y con la lapicera le golpeé apenas uno de sus gigantescos pectorales.
—Ah, si, también tengo el pecho mas grande, no puedo evitarlo. Me crece mucho con cada entrenamiento. Es como que se llena de fuerza. Mirá esto —dijo y flexionó su pecho enorme frente a mis ojos. Era un espectáculo aterrador y enloquecedor a la vez—. Tengo los músculos re duros. Mirá, toca.
Con una mano temblando apoyé la palma sobre su pectoral. Estaba duro como la piedra y caliente. Su piel era suave y debajo se presentía la fuerza del hombre gigantesco que era.
Estudiamos asi hasta la tarde. Cada tanto su sentía su pecho sobre mi o su gigantesco brazo a mi lado. Su bícep como una montaña mas grande que yo. Sin embargo si había pensado que estaba enorme es que no lo había visto entrenar hasta el final. A la tarde tocó otra sesión. Entrenó espalda y bíceps. Para cuando terminó parecía tener un patovica en cada brazo. Yo estaba alucinando. Estudiamos un poco mas y era como si Tomás hubiera crecido de tamaño. Cada vez estaba mas duro y se movía más lento. Antes de cenar entrenó unas tres buenas horas y para cuando entró a la casa sus piernas eran dos montañas llenas de músculos infladas hasta el imposible.
—Wow...
—¡Tengo hambre! —dijo golpeándose los abdominales duros como piedras.
Tomás comió como un gorila y cuando terminó se estiró, flexionó los increíbles brazos y exhaló cansado.
—¡Fue un buen día de mucho estudio! —dijo.
—Y mucho entrenamiento.
—Ja, eso también, igual no entrené todo lo que quería. Voy a tener que entrenar mas el fin de semana me parece.
—Tomás, entrenaste como siete horas.
—Sí, pero no tengo los pesos adecuados por lo que no es tanto.
—¿Me estás jodiendo? Estuviste levantando toneladas.
—Si, pero no es tanto —dijo y puso una mano enorme sobre su pecho y la dejó ahí—. Mi marca mas alta es casi el doble que esto.
—Tomás, sos He-man...
—Ja... Y eso que las pastillas me frenan... —dijo y aprovechó para tomarse una de las pastillas esas.
Después las dejó el estuche sobre la mesada.
—What?
—Las pastillas estas además de calmarme un poco hacen que no crezca tanto.
—Perdón... pero... what???
—jaja, el doctor me dijo que tengo tanta testosterona que si no tomo nada para bajarla crecería hasta pesar cuatro toneladas de musculo.
—Whaaaaat?
—jaja... 
—Serías gigante... bueno, no es que no lo seas ahora... pero ¿vos querés eso?
—No sé —dijo y se rascó la cabeza haciendo un despliegue de los músculos en su brazo que me dejaron mudo—, o sea me encanta ser fuerte y musculoso, y me coparía ser mas fuerte. Me imagino levantando mas peso y me copa. Supongo que estar un poco mas musculoso no estaría mal.
—¿Mas musculoso? ¡Tomás, sos enorme!
—Ja, si, ya se, pero bueno, uno se mete en esta mierda y es como que te copa. Imaginate si pesara cuatro toneladas, ¿Sabés lo fuerte que sería ahí? Tendría unos músculos gigantes —dijo y flexionó ambos brazos—. Imaginate esto pero ocho veces mas grande, sería un dios.

  • Like 13
  • Upvote 1
Link to comment
Share on other sites

Me encanta que no hayas abandonado la histor.

Es muy buena e interesante.

Sera que leeremos sobre Tomas sin tomar sus pastillas y dejandose llevar por las ganas, ira y calenton?

  • Like 1
  • Thanks 1
Link to comment
Share on other sites

Esta historia es genial. Este último capítulo es increíble, quería que no terminara más. Espero el próximo! Muy bueno! 

  • Thanks 1
Link to comment
Share on other sites

Join the conversation

You can post now and register later. If you have an account, sign in now to post with your account.

Guest
Reply to this topic...

×   Pasted as rich text.   Paste as plain text instead

  Only 75 emoji are allowed.

×   Your link has been automatically embedded.   Display as a link instead

×   Your previous content has been restored.   Clear editor

×   You cannot paste images directly. Upload or insert images from URL.

×
×
  • Create New...

Important Information

By using this site, you agree to our Guidelines, Terms of Use, & Privacy Policy.
We have placed cookies on your device to help make this website better. You can adjust your cookie settings, otherwise we'll assume you're okay to continue..