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July 26th - No todo es lo que parece


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No todo es lo que parece

Parte 1 –

            Hacelo. No. Dale, hacelo. No, ni loco. ¿Por qué no? Porque yo no soy así. ¿Así cómo? Así… vos sabés. Sólo una vez. No. Bueno, te lo perdés. Sí, ya sé. Ah, pero tenés interés, ¿ves?. Uy, no, pará, cortala. Fue.

            Esta es la enésima vez que tengo la misma conversación en mi cabeza. Ya no sé ni lo que pienso. ¿Por qué me pasa todo esto a mí? Con lo lindo que es coger con una mina, ¿por qué me pasa esto a mí?

   ¿Y si le preguntás a Lucas? NO, NO y NO.

          Llegué a mi departamento en la ciudad después de haber corrido un rato para pasar la tarde del domingo. Mi compañero de departamento Lisandro no estaba, se había ido con su novia a tomar algo. Qué suerte, pensé. Tenía el depto para mí sólo.

             Entré al baño, me descambié y me miré al espejo. El pibe del reflejo me miraba con cara difícil. Había una mezcla de enojo y preocupación.

           Germán es mi nombre. Tengo 23 años, mido 1,74 m y peso unos 70 kg. Soy un chico que caería dentro de la casilla de “normal”, pero tengo bastante facha. Tengo ojos color miel, una barba que trato de mantener pareja y cortita que me da unos años de más. Mi pelo es de color castaño claro tirando a rubio, que con la barba negra queda muy muy bien. Nariz fina y respingona y unos labios carnosos para entretener a cualquier minita en un buen chape.

           Si bien la facultad consume la mayor parte de mi tiempo libre, juego en un club de fútbol de la ciudad, deporte que practico desde que soy adolescente. Además, por los entrenamientos, voy una o dos veces por semana al gym. Tengo unas piernas muy lindas, unas pantorrillas fuertes, unos isquiotibiales bien marcados y unos cuádriceps rellenos que me permiten correr rápido. Más allá de las piernas, el resto del cuerpo es normal. Diría que mi contextura física tira a flaco tonificado.

            Ves, te gusta lo que ves en el espejo. Obvio que me gusta lo que veo, es mi cuerpo y estoy contento con él. Te gusta tu cuerpo, sí, pero es un cuerpo… de pibe. Y te gusta Lucas. CORTALA, grité, golpeando fuerte con el puño cerrado el lavabo. La puta madre, ahora me había lastimado la mano con semejante golpe. Qué mes del orto estaba teniendo.

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            Esta locura y estas conversaciones en mi cabeza habían empezado una noche que salí a una previa. Esa noche nos juntamos en la casa de una amiga mía. Entre todos los invitados estaba él, Lucas.

           Entre los comentarios, me enteré que Lucas era gay, lo que me generó un rechazo directo hacia él, sólo por su orientación sexual. Sin embargo, en esa fiesta yo no podía dejar de mirarlo. Aunque estuviera siempre con mis amigos hablando, estaba tirándole una mirada a Lucas de vez en cuando. Lucas tenía más o menos mi contextura, un poco más alto, yo diría 1,77 m, pero más flaco, digamos unos 68 kg. Su complexión era flaca, pero el jean que tenía puesto, de color negro encima, resaltaba sus glúteos. Eran dos pelotas redondas perfectas, proporcionadas a su cuerpo, que sobresalían por encima de sus piernas. Además, su remera amarilla de mangas cortas y ajustada al cuerpo dejaba ver más aún el culo que tenía el putito éste. La verdad que si no fuera puto, seguro tendría mucho éxito con las minas. Su cinturita angosta con su espalda más ancha y su culo le hubieran traído varias citas.

            Pero su cuerpo no era lo único que me atraía. Había dos cosas más. Su cara era una de ellas. Debajo de un pelo lacio, corto, que le quedaba muy bien, había una cara angelical con unas pestañas hermosas, aunque esto contrastaba con un arito que tenía en la nariz, lo que lo hacía más sexy.

   Y la forma en que se movía, esa era otra cosa que me atraía. Tenía como una gracia propia. Cuando bailaba con sus amigas, sabía muy bien cómo moverse para hacer que le vieran el culo. Puto, qué puto, pensé.

             Te calienta. Lucas te la pone dura. Y vos no te la bancás. Sos puto igual que él, aceptalo.

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            Cuando salí de la ducha me fui a tirar a la cama. Y me quedé pensando en Lucas. La pija se me ponía tiesa cada vez que pensaba en su cuerpo. Recordar cómo se movía con ese jean negro ajustado, ver cómo le sobresalía el bóxer blanco cada vez que se agachaba bailando. ¿Y si era un slip blanco en vez de un bóxer? Putito. Te están caliente pensando en un pibe. Pu-ti-to.

Parte 2 –

            Unas semanas pasaron desde esa tarde de domingo, y mis sentimientos… mis sentimientos hacia Lucas no habían cambiado. No podía dejar de pensar en él cada vez que tenía un tiempito libre.

            Una tarde Lisandro me avisó que esa noche festejábamos el cumpleaños de su novia, amiga de Lucas. La idea era reunirnos todos a festejar en un bar y ver qué pintaba la noche.

            Cuando recibí su mensaje el corazón me empezó a latir cada vez más fuerte. Apa, alguien está interesado en saber si va Lucas. Tenés ganas de verlo de nuevo, de verle el culo, ¿eh? No sé cómo ponerlo en palabras, pero sí. Mirá cómo se te puso el amigo acá abajo.

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            Llegué al bar, saludé a mis amigos y a la cumpleañera e hice un pantallazo general para ver si lo veía a Lucas. No estaba. Eso me generó un sentimiento de tranquilidad y de tristeza al mismo tiempo. Todo muy raro. Una piba me dijo que Lucas no iba a poder ir porque tenía un examen difícil de la facu y quería aprovechar la noche para estudiar.

            Después de la cena, decidimos ir a un boliche todos juntos. Cuando estábamos pagando en el bar veo que acerca alguien a la mesa y saluda a la agasajada.

   Lucas.

   Y, al instante, se me endureció la pija. Cómo te gusta mirarle el orto, sos igual de trolo que él, gay. Esa noche Lucas estaba vestido con el mismo jean negro de la otra vez, que marcaba todos los atributos de sus piernas. Encima tenía una remera blanca, en-ta-lla-da. Esa combinación de cara de pendejito puto calienta pija que sabe que es sexy me calentaba de forma descomunal. Me calentaba muchísimo.

Parte 3 –

           Estando todos en el boliche, yo me quedé con unos amigos. Sin embargo, entre las luces láser, los destellos de luz blanca y el humo típico del lugar no dejaba de buscar a Lucas.

           Probá. Encarátelo. Capaz ganas. ¿Qué van a pensar mis amigos si lo hago? Nadie tiene por qué enterarse. ¿Y si se enteran? Probá. Dale. No pensés. Jugá a ganar, capaz sale bien.

           Mentí a mis amigos diciéndole que necesitaba ir al baño y me fui a dar una vuelta por el boliche para ver si lo encontraba. Busqué, busqué, busqué y justo cuando estaba por volver al grupo lo vi en una esquina, solo. Estaba cabizbajo, como con ganas de llorar. Me acerqué a él.

-                  - Ey, ¿vos eras Lucas, no? – fingí un poco para que no se note tanto el interés.

-                  - Ger… Germán, ¿no? – me preguntó Lucas.

-                  - ¿Todo bien? ¿Pasó algo malo?

         - Sí. No. Bueno… en realidad… – en ese momento me percaté que incluso su voz era seductora. Tenía la medida justa de femineidad. Hasta la voz me excitaba. Estaba hasta la pija con este pibe. – En realidad no, todo esto es una cagada. Decidí dejar el estudio y venir al boliche porque había hablado con un pibe con el que me iba a encontrar acá. Y me clavó, él no está.

         - Uh, qué mal, Lucas. Aun así estás en un boliche, hay muchos pibes acá.

         -  Sí, pero… no es lo mismo.

         Ahora. Es ahora. Decíselo. ¡YA, AHORA!

         -  A mí, Lucas, me parecés un hermoso chico.

    Ante tal pregunta me sonrojé, sentía que me ardían los cachetes y que el corazón me volvía a latir a mil por hora.

    Silencio.

    Mirada prolongada, ojo a ojo.

    Más silencio.

-                - Vos también me gustás. – con esa frase Lucas rompió el silencio. - Pero no te lo dije porque sos hetero. Si hubiera sabido que eras gay, te habría encarado hace mucho.

-                  - Desde que te vi aquella noche en la previa no pude parar de pensar en vos. No sé qué me pasa, no sé si soy gay o no. Pero pienso en tu cola, pienso en tu boca, pienso en tu cuerpo. Todo-el-tiempo.

          - Vayamos a mi depto entonces – me respondió Lucas, ahora con un ánimo renovado. Con una luz de fuego en sus ojos.

-                  - ¿QUÉ? – grité.

-                  - Que vayamos a mi depto.

    Silencio de nuevo.

     Miradas.

    ¡Ganaste! Andá y cogé con él. No, yo soy hetero. Claramente no lo sos. Sí, lo soy. Andá y cojételo, que estás pensando en eso desde hace tiempo. Metésela en ese orto hermoso que tiene. Acabale toda la cara.

        -  ¿Vivís muy lejos de acá? – respondí en un tono bajo, reflejando vergüenza en mi voz.

        -  No, nos queda cerca.

        -  Mejor. Dale, vamos.

Parte 4 –

             Dentro de la habitación de Lucas, mis sentidos se agudizaron, como si estuviera bajo el efecto de una droga psicodélica.

-                 - Vení, sentate a mi lado. – me dijo cariñosamente Lucas.

-                 Mmm… ¿vos decís? Digamos, yo… - balbuceé.

-                 - Tranquilo, Germán. No pasa nada, somos sólo dos vagos.

-                 - Tenés razón. Perdón, estoy nervioso – le dije, y me senté a su lado.

-                 - Yo sé que vos sos… ¿hetero?… pero eso…

   Superando todo lo que me decía mi cabeza, me incliné hacia Lucas y le di un pico en la boca. Él me quedó mirando asombrado, directo a los ojos.

        - Bueeeeno, no pensé que ibas a arrancar vos. Me gusta esa actitud, me gusta un chico que toma la iniciativa. Pero acá el que va a mostrarte lo que es el sexo con un pibe soy yo.

   Lucas me dio un beso, abrazándome y apoyándome sobre la cama. Empezamos a besarnos lentamente. Esos besos tímidos, lentos, los primeros besos que uno da con un primer compañero sexual, en donde uno va conociendo al otro.

          - Dame un segundo, quiero que esto se ponga más interesante. – me dijo Lucas, dejándome en la cama mientras él apagaba la luz de la pieza y encendía la de la lámpara de leer. – Una iluminación baja para la primera vez, genial.

    Lucas se volvió a tirar encima de mi cuerpo y retomamos ese chape romántico. Era una sensación embriagadora: sentir el perfume en su cuello, sentir cómo jugaba con sus dedos en mis orejas, acariciándolas y pellizcándolas; todo esto acompañado por un movimiento de su pelvis encima de la mía, haciendo como que me penetraba. Me tenía prendido fuego. Claramente Lucas sabía qué tenía que hacer en el sexo, y mi pija lo estaba agradeciendo, porque ya había empezado a largar precum.

    Tocale el culo. SU culo. Tocá esos glúteos.

    Mis manos se dirigieron encima del culo con el cual había fantaseado. Estaba en-el-cie-lo. Mis manos se introdujeron por debajo de su pantalón y empezaron a acariciar sus glúteos de una forma seductora al principio, sintiendo su turgencia, sintiendo su tamaño, sintiendo su forma, sus límites, cómo se levantaban desde la espalda baja, crecían, crecían, crecían, y caían después.

    Yo tenía la pija como un fierro, y Lucas podía sentirlo. Él aprovechó el momento en el que el besuqueo se transformó en un chape fogoso para bajar su mano por dentro de mi bóxer, para empezar a tocarme la poronga. Mis buenos 18 cm de carne y 4 cm de espesor respondieron muy bien a su tacto, saltándo mi pija y poniéndose más dura.

-                  - Apa, apa, apa, el jugador de fútbol tiene alto mástil.

        - No sabés cómo me cojo a las pibas con este mástil. Este jugador de fútbol te va a REVENTAR la cola, y vas a ver cómo vas a GOZAR. - ¿De dónde salió todo ese lenguaje? Te liberaste. Tenías que hacer eso, ¿ves? Está noche, ganás.   

    Esa contestación dio paso a un chape más fuerte todavía. Mis manos ya se habían descontrolado y estaban tocando todo el cuerpo de Lucas: su espalda, sus glúteos, sus piernas, todo. Le arranqué la remera de un tirón, lo di vueltas usando todas mis fuerzas y me puse encima de él, cara a cara. Ahí pude ver, a la luz tenue de la lámpara, su cuerpo tonificado en todo esplendor. Ver sus pectorales definidos, sus abdominales marcados y sus brazos tonificados, todo esto combinado con esa cara de nene sexy con arito en la nariz me súper calentó.

    Lucas me sacó la remera y se volvió loco al tocar todo mi cuerpo. El fútbol siempre me dio buenas gambas, así que mis glúteos y piernas estaban bien infladas y tonificadas en comparación con el resto de mi cuerpo. Lucas empezó a tocarme el culo como si estuviera fuera de sí, y con un dedo empezó a acariciarme el ano. Por-fa-vor, qué bueno que estaba todo esto. ¿Por qué mierda no había probado con un pibe antes?

    Lucas me quitó el pantalón despacio y quedé en un bóxer negro que se ajustaba perfecto a mi culo y a mi bulto. Yo decidí hacer lo mismo con Lucas. Quería ver qué tan cargado estaba este chico me prendía un montón. Cuando terminé de sacarle el jean, lo miré a los ojos y sentí que su ánimo había cambiado.

        -  ¿Qué pasó, Lucas? – le pregunté, mientras iba bajando mi mano hasta su vientre y luego más abajo, por dentro de su ropa interior.

-                 No, no pasa nada. Es sólo que…

   Y en ese momento mi cabeza se detuvo. Mi mano no encontró una pija dentro del bóxer. Mi mano sintió primero un líquido caliente, viscoso, y también unos labios hinchados y lubricados. Una vagina.

Parte 5 –

-                  - No, no pasa nada. Es sólo que… yo soy un chico transexual. – terminó de decir Lucas.

    Mi mirada se cruzó con la suya. Yo estaba tratando de entender todo lo que estaba pasando, y Lucas lo pudo ver en mis ojos.

        -  No tenés que decir nada, Germán. Este soy yo y este es mi cuerpo.

   Y en ese momento, en ese preciso momento en que Lucas me dijo eso, me inundó una sensación que nunca había sentido con un compañero sexual. Era como… era como querer conectar más allá del sexo con esa persona.

   Lentamente, me abalancé sobre Lucas y le di un beso largo, cariñoso y tierno. Nuestras lenguas jugaban entre sí, entraban y salían. Podía sentir su rico aliento, sentir el calor y la humedad de sus labios. Era un beso cargado de emociones que yo no conocía.

   Besé sus pectorales lentamente, lamiendo en círculos las aureolas de sus pezones con la punta de mi lengua. El izquierdo, el derecho, uno y después otro. Con suavidad y ternura pellizqué con mis dientes sus pezones, sintiendo gemir sensualmente a Lucas, mostrando que la estaba pasando muy bien.

   Descendí por su torso hasta su obligo, y luego me incliné hacia un costado, dándole besos a Lucas por debajo de sus costillas y por encima de su cadera. Esa zona del cuerpo altamente erógena multiplicó el placer que le estaba haciendo sentir a mi compañero. Pero en esa búsqueda del deseo del otro, dirigí mi mano hacia su vagina y empecé a introducir un dedo, luego dos. Adentro, afuera, masturbándolo con cariño. Un leve giro de dedos, un movimiento rápido y otro lento, todo para estimular su clítoris.

   Todo esto fue demasiado para Lucas, que acabó a los segundos e inundó mi mano con su flujo vaginal caliente. En el éxtasis de su orgasmo, Lucas no se dio cuenta de que traje mi mano mojada hacia mi boca, chupando todo ese elixir vaginal. No desperdicié ni una gota. Qué rico que se sentía, su sabor, su olor. Sentía que su calor se transmitía a todo mi cuerpo, que me daba una sensación de cosquilleo general.

-                 - Germán, ese fue uno de los mejores orgasmos que tuve. Gracias.

-                 - Qué bueno, pero ahora vas a tener otro más fuerte y más largo, porque ahora te voy a coger como un futbolista. Preparate.

   Busqué un preservativo y con la velocidad de una flecha me lo puse y me volví a colocar encima de Lucas.

-                 - Andá despacio, por favor, porque la tenés muy grande.

        -  Quedate tranquilo que la vas a pasar bien, sin ningún dolor. Al final, no todo es lo que parece. Ahora mando yo.

   Coloqué la punta de mi pija en la entrada de su vagina y comencé a penetrarlo. Su concha estaba todavía muy húmeda desde el orgasmo anterior, por lo que la penetración fue más fácil. Lucas tenía los ojos cerrados, pero no en signo de dolor, sino en signo de placer. Relamiéndose los labios me decía que vaya lento, que no le estaba doliendo y que quería disfrutarlo.

        -  Ya está casi la mitad adentro. Un poco más y vas a tener el mástil de 18 cm todo adentro tuyo, putito. La vas a gozar como nunca gozaste.

   Tirando un poco más de mi peso sobre el cuerpo de Lucas, moviendo con control y sensualidad mi pelvis, hice que lentamente mi pene entre del todo.

-                 - Ahí la tenés toda adentro. Ahora empieza el juego, agarrate.

   Lucas se abrazó a mi espalda y me apretó con fuerza. Empecé a embestirlo despacio. Uno… dos… tres… cuatro… cinco. Esto le iba a dar tiempo a Lucas a acostumbrarse al tamaño grande de mi pija, dilatando su vagina poco a poco.

   Pero el placer no sólo estaba en su vagina, el placer también estaba en su cara. Nuestros besos húmedos se habían retomado, volviendo a conectar a otro nivel. Le lamía sus orejas, se las mordía. Lamía también su nariz, jugando con su arito te metal. Lamía su cuello. Le daba leves mordiscos en la parte de arriba de su clavícula, viendo cómo gemía cada vez más y disfrutaba de la cogida que le estaba dando.

-                 - Seguí cogiéndome así, ¡dale! Sos un POTRO. Sos un TORO. – gritaba entre gemidos. -Qué bien que garchás, futbolista. Ojalá me la hubieran puesto así antes. Dale, no pares. Cogeme con esa flor de poronga que tenés. Seguí, por favor, no pares.

    Lucas movió sus manos a mis glúteos y sus apretones fuertes me empezaron a indicar que quería que lo coja más fuerte, con más intensidad. Como el toro que era. Mis caderas empezaron a moverse con más velocidad, para taladrar con mi pene la concha de Lucas. La cogida era ahora más profunda: sacaba todo mi pene de Lucas y de un solo saque volvía a metérselo hasta el fondo. Así. Una vez. Y otra vez. Y otra vez. Siempre metiéndosela y moviendo las caderas de lado a lado, para tocar todos los puntos del interior de su vagina.

    Estuvimos cogiendo en la pose del misionero unos minutos más. Lucas no sabía cómo controlar todo el placer que estaba sintiendo. Y yo estaba sacado. Nunca cogí a nadie de esa forma, con esa fogosidad y fuerza. Estaba perdido en la lujuria del sexo carnal. Gemíamos, gritábamos. Lucas me pedía que lo coja más fuerte… más lento… que lo trate como una puta…  que lo bese despacio... Como buen cogedor que soy, cumplí con todos sus deseos.

   En un momento, Lucas se aferró con fuerza a mi espalda, sacudiéndose fuertemente, con los ojos cerrados. Sus uñas se clavaron en mi espalda, y sus piernas se aferraron a mi cadera. Pude sentir cómo su vagina expulsó de nuevo su flujo caliente, que pasó a mojar mi pelvis y la parte de arriba de mi pierna. Lucas había tenido el orgasmo de su vida.

            Yo todavía no había acabado, estaba como un caballo, sediento por más sexo. Por muchas horas más de sexo. Pero Lucas estaba tan exhausto que íbamos a tener que esperar un largo rato hasta que él se recupere de semejante orgasmo.

   En la pose de misionero, empecé a besar a Lucas otra vez. Pero lentamente esta vez, en esos besos tiernos que tienen los compañeros después del orgasmo.

-                 - Ufff… Germán. Qué cogida que me pegaste. Nunca sentí todo eso. Cómo cogés, sos excelente, sos un potro. ¿Dónde aprendiste a hacer todo eso?

-                  - Cuando tengo ganas de complacer, sé lo que hay que hacer. Y todavía me quedan ganas. Muchas.

         -  Necesito recuperar el aire antes de seguir… ¿podrías ponerte al lado mío, en vez de arriba mío? No puedo respirar bien con tu peso encima.

         -  ¿Eh?... Ni que yo estuviera tan pesado.

    Eso me hizo pensar un poco, porque Lucas no se había quejado antes de mi peso sobre su cuerpo. Con gentileza retiré mi pija de la concha de Lucas y me puse a su lado en la cama. Cuando me apoyé, sentí el colchón diferente, como que se había hundido un poco más donde yo estaba. Al final no era mi imaginación, y la diferencia de alturas en el colchón hizo que Lucas se vuelque hacia mi lado.

     Lucas se sorprendió por el movimiento. Cuando miró hacia abajo para ver si el colchón se había roto o algo, me dijo:

-                   - Wooooooow. ¿Germán, qué te pasó? Mirá el cuerpazo que tenés.

Parte 6 -

    Ante su exclamación, me levanté de la cama y me paré al lado. Mi cuerpo no era el que había entrado a la habitación de Lucas. Mis pectorales ahora estaban marcados, inflados, redondos. Se notaba una hermosa línea divisoria con pelo oscuro entre los dos pectorales que ahora sobresalían de mi cuerpo. Tenía tetas de hombre, de un verdadero hombre. Se sentían rellenas, carnosas, poderosas, duras. Sentía que podía levantar 80 kg en un press de banca. No, ¿qué 80? 100, 120. Las empecé a flexionar y vi como subía una, bajaba y subía la otra. ¡Las podía hacer saltar! ¡Qué peso que tenían, por favor! Eran dos almohadas de carne de macho.

    Haciendo fuerza para mover mi nuevo pecho, me di cuenta de la fuerza de mis brazos. Ya no eran los tubitos flacos tonificados que tenía antes. Ahora tenía unos brazos rellenos, unos brazos gruesos. El volumen era hermoso y el contorno curvo aún más. Se notaba perfecto cómo la masa crecía y crecía desde el codo hacia arriba. Eran unos bíceps y tríceps monumentales. Me podría poner una chomba y rellenar las mangas de una forma erótica. Si me entrara la chomba, para empezar. Aún más, había una hermosa vena que bajaba desde mi hombro pasando por la mitad de mi bíceps, y llegando hasta mis manos. La podía ver en toda su longitud. Esa vena sexy de macho que hace pesas y está marcado. ¡Y mis manos! Ahora eran más grandes, los dedos más gruesos y más rellenos. Dedos de un hombre más maduro, no de un pendejo de 23 años. Manos de hombre, de macho con experiencia.

    Mis abdominales habían desaparecido, pero no del todo. Ahora estaban debajo de una capa de grasa que le daba más volumen a mi tronco. Los abdominales estaban debajo de esa capa, pero se notaba la dureza y la consistencia de mi zona media. Se notaba que tenía fuerza y era toda esa fuerza la que había hecho que penetre a Lucas como nunca antes.

    Y mis piernas. Yo era futbolista. Mis piernas, por el otro lado, eran las de un rugbier. Redondas, carnosas, tonificadas y con un vello masculino como mi tronco. Habían aumentado mucho en volumen, hacia adelante, hacia atrás y hacia los costados. Parecía que había trabajado años para darles forma con sentadillas de más de 100 kg, con ejercicios de abductores para darles las curvas laterales y con ejercicios de isquiotibiales para hacer que éstos se marquen con una línea súper excitante que bajaba desde mi cadera hasta mi rodilla por el costado de la pierna. Esta línea contrastaba la masa de mis nuevos cuádriceps y con mis poderosos isquiotibiales. Ahora mis piernas eran un hermoso 8: anchas y gruesas arriba, finas al nivel de la rodilla, y creciendo de tamaño en las pantorrillas. Piernas de rugbier. Piernas de potencia. Piernas de sentadilla, estocadas. Piernas que llenan y REVIENTAN los jeans. Piernas que muestran dedicación, cuidado, y sobre todo fuerza de un toro. Obvio, todo esto viene acompañado de un buen culo.

    No había palabras para describirlo. Iba de la mano con la inmensidad de mis piernas. Eran dos pedazos de carne que sobresalían de mi espalda baja. Redondo, protuberante, voluminoso en cada una de sus partes. De esos culos que dan ganas de morderlos, de acariciarlos, de apretarlos. Podía sentir el peso de cada nalga, una sensación única.

    Al darme vuelta para ver mi nuevo culo, me di cuenta de la forma de mi espalda. La sombra de la lámpara mostró sobre la pared una V enorme. Moviendo los hombros hacia atrás y hacia adelante pude sentir la nueva carnosidad y el peso de mi espalda. Tirando mis omóplatos hacia atrás, noté que se tocaban entre sí. Imaginé mi nueva espalda: una línea perfecta que bajaba desde mi cuello hasta mi culo, con un amplio volumen y con una muscularidad marcada de hombro a hombro.

Parte 7 –

            Fui rápido hacia el baño, dejando de escuchar la admiración de Lucas hacia mi nuevo cuerpo, porque quería verme en un espejo. Sin embargo, apenas entré, vi que en el baño había una balanza. Me puse encima de ella, totalmente desnudo como estaba después del sexo. 85 kg. 8-5 kilos. ¡Había ganado quince kilos en una noche! ¿Cómo, si nunca tomé nada para ganancia muscular? ¿Qué había comido o tomado esa noche que haya podido causar eso? ¿Puede ser que un trago en el boliche…? Y ahí caí en la cuenta. Fue eso. Fue exactamente eso. Fue el flujo de la concha de Lucas. No sólo lo había chupado de mis dedos cuando él tuvo su primer orgasmo, sino que también me había mojado la pelvis en su segundo orgasmo.

    Miré mi pelvis y vi que no había ningún resto de flujo. Estaba todo seco. Mi cuerpo lo había absorbido. Y ahí presté atención a algo que no había visto antes. Mi pija. Si antes tenía 18 cm de largo y 4 de grosor, ahora era todavía más grande y poderosa. Tenía como mínimo 21 de largo y era mucho, mucho más gruesa. Incluso tenía una vena que la recorría hasta la punta. Y mis testículos también habían ganado de volumen. Con esos testículos podría haber acabado por horas, sin secarme nunca. Era un verdadero macho con sólo 23 años.

            Viste. Al final ganaste: la pasaste fantástico y ahora sos un potro. Mirá lo que son esos músculos, esa espalda, ese culo. Mirá lo que es esa pija carnosa y gruesa. Hacé que esta noche sea interminable.

     -  ¿Te falta mucho? – me gritó Lucas desde la cama. – Trae toda esa carne hacia acá que la quiero seguir probando.

     -  Preparáte que ahí voy. – le respondí desde el baño. – Y andá dilatando esa concha porque esta noche recién empieza, putito.

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Great addition, especially for the Spanish-speaking community. Big fan of the rushing to the bathroom to check yourself out, and how you mentioned the back in detail, which people don't normally talk about. Thanks!

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