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Estimados, sepan disculpar mi ausencia. Hace tiempo que no subo nada y extrañaba hacerlo. Pero bueno, acá estoy de vuelta y espero poder darle mayor continuidad a esta nueva historia. Mi idea es que sea algo bien largo y que disfruten leer capĂtulos extensos. Es un poco ambicioso, pero espero poder sentarme de forma regular para avanzar con esta idea que me excita bastante. Ojalá les guste. Espero sus comentarios, ideas y sugerencias. Grow S.R.L. 1. La idea de Grow no era nada revolucionaria; tan solo una aplicaciĂłn online para la administraciĂłn de todos los procesos de HR de una empresa. El objetivo era vender el servicio de la app, soporte, mejoras y desarrollo custom para cada uno de los clientes. Eso fue lo que me contĂł Juan la tarde en que me invitĂł a tomar un cafĂ©. LleguĂ© quince minutos antes de la hora pautada y me sentĂ© junto a la ventana a esperarlo. HacĂa poco que yo habĂa cumplido 40 años y me encontraba en un momento de mi carrera laboral en la que me estaba replanteando cosas. HacĂa varios años que trabajaba en la misma empresa y de repente la idea de cambiar de trabajo me habĂa interesado. Por eso habĂa aceptado la invitaciĂłn de Juan. —¡Nano! —me llamĂł Juan sonriendo ni bien entrĂł en el cafĂ©. Ese habĂa sido mi sobrenombre durante la Ă©poca en la que habĂamos trabajado juntos, Nano. No es muy difĂcil imaginar de dĂłnde venĂa y más considerando mi metro sesenta de estatura. No es que Juan fuese demasiado alto, pero con su metro setenta ya quedaba afuera de esa categorĂa. Juan y yo nos habĂamos conocido hacĂa algunos años en una empresa de software en la que trabajamos juntos durante un tiempo hasta que Ă©l decidiĂł encarar un proyecto personal. Juan era un chico extrovertido, que le gustaba hablar y hacerse amigos. Era pelado y usaba anteojos. Nunca habĂa entendido quĂ© me gustaba de Ă©l, quizás su actitud un poco goofy sin serlo del todo. Nunca lo tuve en claro, porque no se parecĂa en nada a los hombres que yo solĂa mirar. Tampoco es que Juan me gustara, pero habĂa algo de Ă©l que me calentaba. TambiĂ©n es verdad que siempre me habĂan calentado los hombres heterosexuales. Nos dimos un abrazo y para mi sorpresa me dio un beso en el cachete. Sentir su cuerpo más grande que Ă©l mĂo me hizo sentir cosquillas en la entrepierna. Eso es otra cosa que siempre me calentĂł: la diferencia de tamaño. Encontrarme cerca de alguien más grande siempre me producĂa un estremecimiento. Juan no era ni gordo ni flaco, tampoco tenĂa lo que se dice un buen cuerpo. No hacĂa deporte y yo solo habĂa logrado que me acompañara al gimnasio durante menos de un mes hacĂa varios años. Tener más mĂşsculos no era algo que le interesara. De todos modos sentir su cuerpo junto al mĂo me provocĂł esa inconfundible sensaciĂłn de querer tocarlo un poco más. —¡Que lindo verte! —me dijo y sonriendo me preguntó— ÂżTe achicaste? —Callate, pelotudo —le dije empujándolo suavemente. Nos sentamos y nos pusimos a hablar. VolvĂ a sentirme un poco hipnotizado como hacĂa años y me volvĂ a preguntar quĂ© era lo que me gustaba de Ă©l. Igual sabĂa que no era solo que algo me gustaba de Ă©l, habĂa algo mĂo en juego tambiĂ©n, como cierta competencia entre hombres. Eso era algo que me calentaba y me producĂa rechazo a la vez. Quizás por esa competencia implĂcita entre nosotros que yo sentĂa, nunca me habĂa permitido fantasear demasiado con Ă©l. Me contĂł de la empresa que habĂa fundado cuando renunciĂł al proyecto en que trabajábamos juntos y quĂ© despuĂ©s la habĂa vendido y que ahora estaba arrancando un nuevo proyecto. Automáticamente me preguntĂ© cuánto debĂa haber hecho con esa venta. ÂżSe habĂa forrado en guita? No sĂ© porque me importaba tanto eso, pero era algo que tambiĂ©n me producĂa una inquietud: Âżcuánta guita tenĂa Juan? —Me encantarĂa que trabajaras con nosotros —me dijo—. Creo que el proyecto te puede gustar, además vos sabĂ©s bastante de todos los procesos de recursos humanos y creo que podrĂas aportar un montĂłn de valor. —¿Nosotros? —Somos dos socios, Javi y yo. Javi está orientado a ventas y yo a desarrollo. Necesitamos alguien que sepa más de los procesos y por eso pensĂ© en vos. En un principio no vamos a contratar a nadie más asĂ que vamos a ser solo vos y yo desarrollando y Javi encargándose de las ventas. Javi es un amigo mĂo de la infancia. Es un leĂłn en los negocios, te puede vender lo que sea y tiene algunos contactos con empresas a las que les interesarĂa un sistema como el nuestro. Tengo algo desarrollado, pero todavĂa le falta un empujĂłn a algunas de las ideas. —Suena interesante, pero la pregunta que tengo es… —¿Condiciones? —Te imaginarás que no estoy para ser desarrollador raso… —Mirá podemos ofrecerte un buen salario y darte un bono atado a ventas. Si mal no recuerdo los nĂşmeros de cuando laburábamos juntos creo que podemos mejorar tu salario mensual y quizás duplicar el bono anual. —¿Vacaciones? —Cuando quieras irte de vacaciones te vas y listo y si me copa el lugar nos vamos juntos. SonreĂ y no pude evitar sonrojarme un poco ante la idea de irnos de vacaciones los dos. TambiĂ©n era verdad que la idea de que Juan fuese mi jefe, que me pagara mi salario me producĂa algo entre el erotismo y la humillaciĂłn. —¿Horario? —preguntĂ©. —No esperes que yo entre antes de las diez. Y a las seis ya no me vas a ver. AsĂ que no espero que nadie que trabaje en la empresa haga otra cosa. Quiero que sea un ambiente relajado. DespuĂ©s me contĂł un poco sobre las tecnologĂas y sobre el proyecto en sĂ. Al final me dijo: —La verdad que me dan muchas ganas de volver a trabajar juntos, extrañaba codear con vos. La pasábamos bien. En un segundo volvĂ a imaginar ese mismo encuentro, pero con Juan unos diez centĂmetros más alto, con su camisa a cuadros intentando contener un pecho enorme y musculoso y un jean apretado para semejantes piernas y una pija más grande que mi antebrazo. Lo imaginĂ© acercándose mientras yo me daba cuenta de la diferencia de tamaño que ahora habĂa entre nosotros. Me lo imaginĂ© sonriendo desde arriba de sus musculosos pectorales antes de flexionar sus increibles brazos y decir: “¿Te gusta lo grande que me puse, enano?”. Supongo que ese pensamiento fue el que me hizo tener ganas de aceptar su oferta y ver quĂ© pasaba. —Lo voy a pensar… —le dije. A los pocos dĂa Juan me mandĂł el link al perfil de Javier de Linkedin y me metĂ para ver su foto. Era un pibe fachero y un poco canchero, pelo cortito y barba al ras. TenĂa diez años menos que yo y claramente habĂa hecho su carrera laboral mucho más rápido. CopiĂ© su nombre y lo busquĂ© en Instagram. DescubrĂ que su perfil no era privado. Siempre me habĂa llamado la atenciĂłn las personas que ponĂan su perfil de Instagram pĂşblico para que cualquiera pudiera verlo. Ni bien vi las primera fotos entendĂ por quĂ© lo tenĂa pĂşblico: a Javier le gustaba mostrarse. En casi todas las fotos estaba en la playa, sin remera con un cuerpo bastante trabajado y siempre acompañado con alguna chica diferente. Por las fotos supuse que debĂa ser un poco más alto que Juan. Se notaba que hacĂa deporte y se cuidaba. No es que fuese Mr. Musculo, pero se veĂa una pequeña sombra de sus abdominales y de sus pectorales. PensĂ© que definitivamente Javier se verĂa bastante mejor con unos mĂşsculos más grandes. Lo necesario para que su pecho sobresaliese un poco bajo su camisa y para que sus brazos estiraran las mangas de la remera. Algo que le diera un empujĂłn a ese aspecto viril que ya tenĂa. Un cuerpo musculoso y grande para alardear en redes sociales. No voy a negarlo: me pasĂ© el fin de semana viendo los perfiles de Instagram de ambos. Y me pajeĂ© imaginando como serĂa trabajar con ellos y hacer “de las mĂas”. El lunes por la mañana le mandĂ© un mensaje a Juan y a modo de chiste le dije: —Buen dĂa, jefecito, Âżcuándo arrancamos? Me mandĂł un y me dijo que me llamaba más tarde. El dĂa que conocĂ la oficina me pareciĂł un lugar demasiado grande para una empresa de tres personas. TenĂa cuatro mesas para con ocho sillas cada una, dos oficinas, una sala de conferencias para diez personas y un baño con dos duchas. Cuando le preguntĂ© a Juan porquĂ© habĂan alquilado un espacio tan grande, me guiñó un ojo y dijo: —Tenemos muchas ganas de crecer. En ese momento escuchĂ© el inodoro y del baño saliĂł Javier. En persona era mucho más atractivo que en las fotos, solo su forma de caminar emanaba una presencia masculina y dominante. RecordĂ© que Juan me habĂa dicho que era un leĂłn en los negocios y de pronto entendĂ exactamente a lo que se referĂa. HabĂa algo en la forma de moverse de Javier, una confianza y una forma de mirar que lo volvĂan eso: un leĂłn. —Javi, te presento a Nano. —Bienvenido —dijo mientras me daba un fuerte apretĂłn de manos—. Juancito me hablĂł muy bien de vos. Espero que te cope lo que vamos a estar haciendo. —Lo mismo digo —dije yo un poco incomodo y excitado a la vez. De cerca parecĂa todavĂa más alto que en las fotos, supuse que debĂa medir alrededor del metro setenta y cinco. Sus manos eran grandes y sus antebrazos hacĂan parecer a los mĂos como dos fideos. Con solo verlo me di cuenta que iba al gimnasio de forma regular. Quizás no se mataba en hacer crecer sus mĂşsculos, pero de seguro querĂa cuidar su figura. ¡Y quĂ© figura! Por un segundo me lo imaginĂ© sacándose la remera y tuve que pestañear varias veces para disimular que estaba mirando su hermoso cuerpo. “¿CĂłmo se verĂa con 5 kilos más de mĂşsculo?” El primer dĂa solo charlamos. Me mostraron la aplicaciĂłn y me contaron sobre el estado actual del sitio, las funcionalidades que le faltaban y todo lo que tenĂan pensado agregarle. DespuĂ©s me contaron el estado de la negociaciĂłn con algunos potenciales clientes. Javier tenĂa las cosas muy claras, sabĂa dĂłnde estaba y a donde querĂa ir. Cuando te miraba a los ojos sentĂas esa determinaciĂłn a convertirse en algo mucho más grande de lo que era. En algĂşn momento, mientras hablaba pensĂ© “definitivamente necesita 5 kilos más de mĂşsculo”. DespuĂ©s fuimos a un restaurante a comer. Cuando nos sentamos a la mesa, Javier nos contĂł sobre una mina que habĂa conocido hacĂa unos dĂas. —Tiene unas tetas asĂ de grandes —dijo mostrándonos con las dos manos sobre sus pectorales—. Está para comĂ©rsela toda. Lástima que la muy turra solo sale con chabones con mucha guita o jugadores de rugby. El Ăşltimo chabĂłn que se garchĂł de seguro pesaba el doble que yo, el muy hijo de puta tenĂa unos tubos más grande que mis piernas. Mientras hablaba Javier se desabrochĂł el primer botĂłn de su camisa y se empezĂł a acariciar el pecho cubierto de una fina capa de pelos. No tardĂ© en darme cuenta de que era uno de esos pibes hiper sexuales a los que les gusta tocarse y tocar a las personas. Hablar de los cuerpos y resaltar sus atributos fĂsicos. DespuĂ©s le preguntĂł a Juan si se seguĂa viendo con una chica con la que habĂa estado saliendo y Ă©l sonriĂł y le respondiĂł que sĂ. —Ah, vas para el celibato —dijo Javier. —No sĂ© —dijo Juan con su hermosa sonrisa—, estamos bien. Le gusta que le cocine. —Boludo —dijo dándome un codazo—, este es igual a mi vieja —y mirando a Juan agregó—. ÂżLe cocinás? —SĂ, ya sabĂ©s, me gusta pasar tiempo con ella. No recordaba que Juan hubiera estado en pareja. Probablemente le habrĂa conocido despuĂ©s de cambiar de trabajo. —¿Y vos, nanito? —me preguntĂł Javier de repente con un brillo en la mirada—. ÂżTe estás garchando a alguien? —Ahora estoy soltero —dijo sonriendo y echándole un vistazo a Juan. Juan sabĂa que yo era gay, pero no tenĂa idea si Ă©l le habĂa contado a Javier. —PodĂ©s estar soltero y garchándote a alguien sin problema —me dijo con una sonrisa. —Nop, en este momento, estoy solari. Me mirĂł a los ojos y sonriĂł. —¿Y cĂłmo te gustan? —preguntĂł. —¿QuĂ© cosa? Javier sonriĂł y se estirĂł hacia atrás. —A mĂ me gustan las minas con las tetas y el culo bien grandes y cuanto más putas mejor. A este —dijo dándole un golpe a Juan—, a este le gusta cocinarles. ÂżY a vos, quĂ© chabones te gustan? Ah bueno… eso resolvĂa el misterio de si Juan le habĂa contado. —Eeeehhhhhh… —Sos un pelotudo, Javi —dijo Juan riĂ©ndose—. No le hagas caso, Nano. De lo Ăşnico que sabe hablar este es de sexo. —¿QuĂ© tiene de malo? —le dijo a Juan y agarrándome el hombro me preguntó— ÂżTe molesta? —No, no, no, está todo bien. Es solo que no suelo hablar de eso con chabones heterosexuales. Javier se pasĂł una mano por el pelo y dijo: —Esa boludez de heterosexuales. Acá el Ăşnico 100% heterosexual es doña Juancita la cocinera y mirá las boludeces que te cuenta. Yo me acostĂ© con algunos chabones, fue hace tiempo, pero esas cosas van y vuelven. Su confesiĂłn me sorprendiĂł. La verdad que no lo hubiera esperado de alguien como Ă©l que emanaba una virilidad sin rajaduras. —A vos te gustan grandotes, Âżno? —dijo de repente. —¡¿Lo quĂ©?! —preguntĂ© más sorprendido y desconcertado. De pronto sĂ me sentĂa incĂłmodo. —A los chiquitos como vos siempre le gustan los hombres grandotes bien musculosos, esos que tienen unos tubos todos trabados y las tetas que les estiran la remera. De pronto el calor se me subiĂł a la cabeza y su voz resonĂł en mis orejas mucho más grave de lo que era. —Dale, boludo, cortala —le dijo Juan—. No quiere hablar de eso. —Bueno, chabĂłn, era solo algo para charlar. Si yo no saco tema ustedes se quedan callados —dijo y me guiñó un ojo—. Además no me parece nada raro, para mĂ un chabĂłn musculoso es lo mismo que una mina con tetas grandes. Si hubiera sido gay me habrĂan gustado los chabones todos trabados esos con el pecho bien pero bien grande y que no pueden bajar los brazos de lo inflados que están. El calor se me expandiĂł al resto del cuerpo y un segundo despuĂ©s sentĂ la espalda frĂa. La Ăşnica razĂłn por la que me quedĂ© sentado en mi lugar sin moverme era porque no querĂa que pensaran que Javier me habĂa intimidado con sus preguntas. Intimidado era poco. Me habĂa calentado como loco. Esa forma tan dominante y despreocupada, asĂ tan directo y sin vueltas de pronto me habĂa arrasado. Cuando se fue al baño levantĂ© la mirada de mi plato y lo vi alejarse mientras pensaba “definitivamente necesita 10 kilos más de mĂşsculo”. Esa tarde ni bien lleguĂ© a casa abrĂ el Instagram de Javier y me masturbĂ© imaginándolo apretándome contra la pared mientras su cuerpo se inflaba y me decĂa “¿Te calientan mis mĂşsculos, enano? Mirá el tamaño de mis tetas…” La verdad es que no sĂ© quĂ© tengo con los chabones musculosos, pero me calientan. En parte seguro es por los mĂşsculos. No hay nada que me caliente más que unos pectorales bien trabajados, grandes y duros. Me encanta cuando tienen esos brazos que parecen árboles gruesos llenos de nudos. Pero en parte tambiĂ©n me calienta pensar quĂ© clase de perversos son que quieren que todos vean su cuerpo super desarrollado. Me encanta que quieran andar sin remera o con ropa bien suelta para que todos vean lo trabados que están, lo enormes que son sus brazos y lo ancho de su espalda. Es algo que me vuelve loco, esa cosa exhibicionista y medio de prostituto que tienen los chabones musculosos. Me encanta como se mueven asĂ como robots, para resaltar lo duros que están. Y me copa la ropa que usan toda apretada. TambiĂ©n me excita pensar lo fuertes que son y siempre me la paso preguntando cuánto levantarán de banco plano… Y supongo que algo de esa obsesiĂłn debe tener que ver con mi condiciĂłn… PerdĂłn… Me estoy adelantando… Ya aprendĂ hace tiempo que no tiene sentido que intente explicarlo, es algo que simplemente no tiene explicaciĂłn, al menos no una que yo conozca. Estas cosas siempre es mejor mostrarlas. La cuestiĂłn es que el miĂ©rcoles antes de llegar a la oficina les mandĂ© un mensaje al grupo de wasap que tenĂamos con Juan y Javi. —Muchachos, estoy en Starbucks, Âżalguno quiere algo? —Traeme un late —dijo Javi. —Lo mismo —dijo Juan. Mi corazĂłn saltĂł de alegrĂa. PedĂ tres late: —Uno para Nano, otro para Javi y otro para Juan. Cuando me los dieron me metĂ en el baño, puse la traba y le saquĂ© la tapa al cafĂ© que decĂa Javi. Lo apoyĂ© sobre el inodoro, me bajĂ© el cierre del jean y me empecĂ© a masturbar. CerrĂ© los ojos y me imaginĂ© a Javi recostado sobre la silla frente a mĂ con la camisa entreabierta dejando a la vista unos pectorales enormes y peludos. Lo imaginĂ© pasándose la mano por uno de ellos disfrutando lo grande, duro y redondo que era mientras decĂa “me calienta tener las tetas tan grandes”. AcabĂ© en un segundo y vi el semen hundirse en el cafĂ©. Lo mezclĂ© con el dedo para que no quedaran grumos y me limpiĂ© en el lavamanos. Cuando lleguĂ© a la oficina Javier estaba hablando por telĂ©fono y Juan estaba en el baño. Le dejĂ© su cafĂ© a Javier y Ă©l me agradeciĂł con un beso al aire. Cuando Juan saliĂł le dije que le habĂa dejado el cafĂ© en su escritorio y me sentĂ© frente a la compu a ver las noticias. Javi cortĂł el telĂ©fono y le gritĂł al aparato: —¡Viejo puto soltá la guita! Juan se sentĂł sobre la mesa y le pegĂł en el hombro. —La concha de la lora, boludo, Âżno se puede putear tranquilo? DespuĂ©s se fue al baño y cuando volviĂł se parĂł frente a su escritorio y dijo: —¿Y mi cafĂ©? Yo levantĂ© la vista como si hubieran disparado un tiro en algĂşn lado. —Ah, perdĂłn —dijo Juan despuĂ©s de darle un sorbo al cafĂ© y ver que en su escritorio habĂa otro. Lo agarrĂł y se lo pasó—. Me tomĂ© el tuyo —dijo sonriendo mientras señalaba el cafĂ© que decĂa Javi y le daba un largo trago. El jueves me levantĂ© mareado. HabĂa tenido una pesadilla de la que solo recordaba partes. Recordaba estar sentado en una silla demasiado grande y escuchar pasos detrás de una puerta, pasos que hacĂan retumbar las paredes. Recordaba sentirme demasiado pequeño, una persona inservible y muy humillado. ÂżQuĂ© clase de hombre no llega con sus pies al piso sentado en una silla? Un hombre demasiado pequeño… El incidente del dĂa anterior todavĂa me daba vueltas en la cabeza. La idea de lo que podrĂa llegarme a encontrar en la oficina me asustaba y excitaba a la vez. De pronto entendĂ algo que no me habĂa dado cuenta antes: yo no habĂa querido darle mi semen a Juan por algo y ese algo era por la rivalidad que habĂa entre nosotros, al menos la rivalidad que habĂa de mi parte. Ya me resultaba humillante que Ă©l fue mi jefe… Pero… Entonces, Âżpor quĂ© mierda habĂa aceptado trabajar para Ă©l? ÂżCĂłmo me habĂa equivocado tanto? De pronto sentĂa que habĂa hecho todo mal. No tendrĂa que haber renunciado a mi trabajo. Una cosa era dejar flotar mi imaginaciĂłn y otra cosa era que esas cosas ocurrieran de verdad. De pronto recordĂ© todo lo que habĂa pasado con mi ex novio German y tuve miedo. Por primera vez agradecĂ que “mi condiciĂłn” no funcionara con heterosexuales. Ya habĂa probado con más de un chabĂłn hasta que entendĂ que si no le gustaban los hombres entonces lo que fuera que tuviera mi semen no tenĂa el más mĂnimo efecto. En ese momento me dio pena, pero ahora viĂ©ndolo desde esta perspectiva quizás fuera para mejor. DecidĂ volver a intentarlo con Javier, esta vez iba a ser más cuidadoso. Me vestĂ y pasĂ© por Starbucks. —¿CafĂ© alguien? —mandĂ© al grupo. Para mi alegrĂa Javier respondiĂł que sĂ. Fui al baño con su cafĂ© y le agreguĂ© un extra shot de mi leche. Eran las diez cuando empujĂ© la puerta de la oficina. —Buenas —saludĂ©. —¿QuĂ© hacĂ©s, Nanito? —respondiĂł Javi. Me acerquĂ© a Ă©l y le preguntĂ© por Juan. —En el baño —dijo Javi. Le di su cafĂ© y con un poco de alegrĂa malĂ©vola lo vi tomar un trago largo viendo como bajaba y subĂa la nuez en su hermoso cuello. En ese momento escuchĂ© la cadena y vi la puerta del baño abrirse lentamente. Juan saliĂł del baño, aunque ya no era el mismo Juan. Incluso desde lejos, el cambio se veĂa bastante claro. Las mangas de su remera se habĂan vuelto más cortas y la tela ahora se estiraba alrededor de sus bĂceps y su pecho. Supuse que habĂa ganado uno o dos kilo de puro mĂşsculo. Incluso su forma de caminar era diferente. ÂżEstaba más alto? —Boludo, Âżempezaste a ir al gimnasio? —le preguntĂł Javi. —¿Eh? —respondiĂł Juan—. ÂżPor? ÂżTe parece que estoy más grandote? Hoy a la mañana tuve la misma sensaciĂłn. Quizás estoy reteniendo agua o algo por el estilo… Pero me siento bien… En verdad me siento muy bien, como energizado… Quien sabe… Quizás es algo que comĂ… Incluso la forma de encogerse de hombros resaltĂł su nueva forma de triángulo invertido que habĂa ganado. Sus hombros se habĂan vuelto más grandes y se habĂan separado el uno del otro. No habĂa perdido nada de grasa, pero esa grasa ahora cubrĂa una considerable nueva cantidad de mĂşsculo. —SĂ, boludo. Estás groso —dijo Javier acercándose a Ă©l—. ÂżQuĂ© decĂs, Nanito? MĂralo al musculoso de Juan. —dijo mientras le tocaba los brazos y le pellizcaba el pezĂłn que empezaba a asomar de sus nuevos pectorales. Juan no se intimidĂł en lo más mĂnimo y flexionĂł un brazo para que Javi se lo apretase. —¿Por quĂ© no me avisaste que estabas yendo al gimnasio? —le preguntĂł. —No estoy yendo al gimnasio, boludo. Pero quizás deberĂa ir, Âżno? —Dale, forro. ÂżMe estás diciendo que te pusiste asĂ groso de la noche a la mañana? —le apretĂł el brazo y le tocĂł el pecho con ambas manos acariciando sus pectorales y dijo—. ¡Boludo, mirá las tetas que tenĂ©s! Estás todo duro —y mirándome a mĂ me dijo—. Ey, Nano, venĂ a tocarle las tetas a Juancito. Mirá los mĂşsculos que pegĂł este hijo de puta. La idea que yo fuera a tocarle los pectorales hizo que Juancito sonriera y un brillo le apareciĂł en los ojos. De todos modos algo en mĂ prefiriĂł quedarse sentado frente a la computadora. Además habĂa algo que me hacĂa ruido. ÂżQuĂ© significaba lo que habĂa pasado con Juan? ÂżLe calentaban los hombres? Jamás lo hubiera creĂdo. Javier terminĂł el cafĂ© de un largo trago y lo tirĂł al tacho. SeguĂa mirando a Juan y sus nuevos mĂşsculos sin poder creer lo grande que se habĂa puesto. —Boludo, dale, venite conmigo al gimnasio —le dijo—, a ver cuánto levantás con este lomo que tenĂ©s. —Te apuesto que levanto más que vos. —Ya quisieras, gil. No solo se trata de tener mĂşsculos grandes, tambiĂ©n hay que saber usarlos. —Nano, ÂżquerĂ©s venir con nosotros? —preguntĂł Juan y otra vez un brillo cruzĂł su mirada. —¿Eh? —Eso, Nanito —dijo Javi y pude ver la misma ilusiĂłn en sus ojos—, venite con nosotros al gimnasio, ÂżquĂ© decis? Yo voy martes y jueves al mediodĂa. Nos vamos los tres y despuĂ©s comemos afuera. Invita la empresa, ÂżquĂ© decis? —Dale, arranquemos la semana que viene —insistiĂł Juan mientras se sentaba frente a mĂ. Se reclinĂł para atrás sobre el respaldo de la silla y sonriendo dijo—. Venite asĂ ves lo groso que me puse —y para enfatizar flexionĂł sus dos enormes brazos. No pude evitar sonreĂr al escuchar en boca de cada uno esa forma de llamarme: Nanito. —Ok —dije. Pobres, en pocos dĂas ambos iban a tener que comprarse ropa nueva. El viernes me despertĂ© con la pija dura como una roca levantando la sábana como una tienda. HacĂa mucho tiempo que no me despertaba con ese nivel de energĂa. Me sentĂ© en la cama dejando atrás el sueño y recordĂ© la noche en que entendà “mi condiciĂłn”, como me gustaba llamarlo. Quizás es hora de que explique algo de “mi condiciĂłn” o al menos lo poco que entiendo que sucede con mi semen. Para decirlo en pocas palabras, hace algunos años descubrĂ que mi leche tiene un efecto anabolizante. Suena genial, Âżno? Pero no se apuren, porque no es tan asĂ… Ojalá fuera asĂ de sencillo… No lo tengo super claro, pero el asunto que pasa con mi semen parece seguir ciertos patrones. Uno, es que lamentablemente no funciona conmigo. Lo probĂ© más de una vez, pero nunca dio resultado. SĂ© lo que están pensando: Âżtomarse tu propia leche? Lo que quieran, pero de haber estado en mi lugar de seguro cualquiera hubiera hecho lo mismo. Un cafecito, una buena pajota y a volverse un macho musculoso. Y todo sin siquiera ir al gimnasio y casi sin side effects… Digo casi porque de alguna manera las personas que prueban mi semen (solo tres, debo admitirlo) desarrollan una especie de atenciĂłn extraña hacia mĂ. Digo extraña porque no tengo del todo claro quĂ© les pasa en la cabeza conmigo, sobre todo despuĂ©s de lo que le pasĂł a mi ex novio German. Lo que puedo decir es que al principio mi semen les genera alguna especie de interĂ©s por mi persona, quizás incluso algo parecido a un enamoramiento. En pocas palabras me quieren y tienen ganas de estar conmigo, lo cual resulta increĂble cuando esa persona que quiere estar con vos se está volviendo un hombre con mĂşsculos cada vez más grandes y duros. Supongo que dirán que todo eso suena demasiado bien. Pero en la vida no todo lo que brilla es oro, porque por lo que pude comprobar hasta ahora existe un problema. Esto es algo que solo puedo intuir dado que no hay forma de que estĂ© seguro si funciona asĂ, es algo que ocurriĂł con mi ex novio German y que yo intuĂ que era producto de mi leche. El asunto pareciera suceder cuando toman demasiado de mi semen. El problema es que no podrĂa decir cuánto es demasiado dado que no tuve y no creo que nunca tenga forma de medirlo. De cualquiera modo, por lo poco que sĂ©, con esto tengo que ir con mucho cuidado si no quiero volver a sufrir lo que sufrĂ con mi ex novio German. Me vestĂ rápido y salĂ de casa. Poco antes de subir al subte Juan mandĂł un mensaje al grupo. —Muchachos, no van a poder creerlo… —¿Estás reteniendo más agua? —le mandĂ© para tirarle de la lengua. —Boludo, no. No sĂ© quĂ© es, pero me levantĂ© más musculoso que ayer. Posta, es una locura, pero tengo los mĂşsculos más grandes. Casi ninguna de las remeras que tengo me entran. —Te dije que dejaras los postres —le seguĂ diciendo a modo de chiste. —Boludo, te digo en serio. Ya vas a ver cuando me veas, no lo vas a poder creer, estoy hecho una bestia. Incluso creo que tengo menos panza. Me pesĂ© y descubrĂ que ganĂ© como cinco kilos. Y eso no es todo. —Quizás pegaste un estirĂłn tardĂo… —Bueno, hoy me medĂ tambiĂ©n porque mis pantalones me quedan cortos. Mido un metro setenta y tres. —Eso es por las zapatillas ridĂculas que usas con plataforma. —No boludo, te juro que estoy más alto. Antes estaba clavado en el metro setenta. —Si seguĂs creciendo lo vas a pasar a Javi —mandĂ© para que el otro picara. Su nombre apareciĂł debajo del chat, estaba escribiendo. —Vamos a ver quiĂ©n se pone más grande… —dijo haciĂ©ndose el enigmático. Fui el primero en llegar a la oficina. Me sentĂ© en la compu y me puse a ver las noticias para distraerme un rato. Estaba excitado, pero tambiĂ©n estaba tranquilo. SentĂa que tenĂa la situaciĂłn en mis manos. Algo en mĂ se preparaba para disfrutar de los cuerpos de dos hombres cada vez más musculosos que iban a querer mi atenciĂłn. Cuando se abriĂł la puerta girĂ© sobre la silla y lo vi entrar a Javier. Su transformaciĂłn era inocultable. A diferencia de Juan, Javier siempre habĂa sido más flaco. Pero ahora con el nuevo tamaño de sus mĂşsculos parecĂa haber perdido un poco más de grasa. La definiciĂłn de sus mĂşsculos lo hacĂa parecer más fuerte y más musculoso. Pero no era solo eso, tambiĂ©n estaba más alto y algo me decĂa que habĂa crecido más que Juan. —¿Y? ÂżQuĂ© me decĂs? —preguntĂł dejando caer la mochila y extendiendo los brazos antes de flexionarlos para que admirara sus nuevos e increĂbles mĂşsculos. —Boludo, Âżestás más alto? —preguntĂ© haciĂ©ndome el tonto y poniĂ©ndome de pie. —VenĂ, acĂ©rcate —dijo con media sonrisa. CaminĂ© hacia Ă©l y me detuve a dos pasos de distancia. De cerca pude notar que en el escote de su camisa asomaba el principio de sus definidos y enormes pectorales y una capa de pelo más espesa. —VenĂ más cerca… —dijo Ă©l y dio un paso adelante hasta quedar a centĂmetros mĂo. Mis ojos estaban a la altura de su grueso cuello. Estaba claramente más alto. Me mirĂł desde arriba de su nuevo cuerpo musculoso estirándose para parecer más alto. —¿Cuánto decĂs que mido? —Ni idea, un metro setenta y seis. —¡Ya quisieras! —dijo y levantĂł ambos brazos flexionando sus bĂceps que estiraron la tela de la camisa—. Mido un metro setenta y ocho. —¿Puedo tocar? —preguntĂ© con mi tono más inocente. —Obvio, papá, mirá lo duro que estoy. Es una locura. Nunca tuve los mĂşsculos tan grandes. ApoyĂ© mi mano sobre su bĂcep y pude sentir como se alzaba duro y redondo debajo de la camisa. —Wow, tenĂ©s el brazo re duro. —¿Viste? Es una locura, mirá, tĂłcame el otro. Me siento re fuerte, es como si me hubiera tomado un shot de cafĂ© con speed y viagra. En ese momento se abriĂł la puerta y vimos aparecer a Juan. De ayer a hoy su crecimiento se habĂa acelerado. Estaba más alto aunque no tanto como Javier, lo que sĂ habĂa pasado es que sus mĂşsculos se habĂan vuelto mucho más grandes. Llevaba la remera más holgada que tenĂa y sin embargo estaba más estirada que la del dĂa anterior. Su espalda se habĂa ensanchado para darle ese aspecto de tener alas en lugar de mĂşsculos dorsales y sus hombros habĂan adquirido un tamaño increĂble, lo mismo sus bĂceps y trĂceps que ahora le daban ese aspecto de tener árboles en lugar de brazos. Su pecho sobresalĂa como dos pequeñas montañas. El jean que se habĂa puesto resaltaba el tamaño de sus muslos haciendo parecer que llevaba calzas. Juan dejĂł su mochila en la entrada tal cual habĂa hecho Javier y se acercĂł a nosotros con una sonrisa confianzuda. Javier se dio vuelta para quedar frente a Ă©l y Juan se detuvo a su lado. Los pectorales de ambos quedaron a un centĂmetro de tocarse. Juan era más ancho y tenĂa los mĂşsculos más grandes, pero Javier era más alto y al tener menos grasa su definiciĂłn lo hacĂa parecer un poco más grande de lo que verdaderamente era. —¿QuĂ© hacĂ©s, flacucho? —dijo Juan. —¿QuĂ© hacĂ©s, enano? —dijo Javier. —¿TodavĂa tenĂ©s dudas de quien es más musculoso? —dijo Juan flexionando un bĂcep enorme en su cara. —Dame dos dĂas y vas a ver —le respondiĂł Javi. Me acerquĂ© a ambos tan solo para sentir lo grandes que eran. Ambos se miraban a una altura de la que yo quedaba totalmente excluido. A esa distancia ambos tenĂan que bajar la mirada para verme sobre sus increĂbles hombros. —¿Cuánto medĂs, Juancito? —le preguntĂ© tocando su brazo como quien solo busca llamar la atenciĂłn. Sin embargo al instante sentĂ como Juan tensionaba el brazo para que sintiera el tamaño y la dureza de sus nuevos mĂşsculos. Me sonriĂł y se mirĂł el brazo que yo estaba tocando. —Estoy en un metro setenta y tres. —Eso no es nada —dijo Javier—, yo estoy en un metro setenta y ocho. —¿QuiĂ©n decĂs que tiene los mĂşsculos más grandes, Nanito? —preguntĂł Juan. —Dale, mirá esto —dijo Javier—, agarrame el brazo a mĂ tambiĂ©n. Un segundo despuĂ©s tenĂa mis dos manos sintiendo el enorme tamaño de sus bĂceps y lo fuertes que estaban. Ambos estaban haciendo esfuerzos por impresionarme. Juan fue el primero en cambiar de postura y con su mano llevĂł la mĂa hacia su otro bĂcep mientras lo flexionaba. —Mirá los tubos que tengo. Javier hizo lo mismo. —Mirá la definiciĂłn que tengo yo. En cada uno de mis manos tenĂa dos enormes brazos de dos hombros cada vez más musculoso que de pronto tenĂan unas ganas irrefrenables de que yo los tocara. Tuve que disimular mi deseo de manosear sus dos cuerpos y sentir lo duros que estaban. En ese momento sonĂł el telĂ©fono de Javier. —Es el viejo puto del cliente —dijo y se fue a hablar con Ă©l a la sala de conferencias. Juan se quedĂł parado frente a mĂ sonriĂ©ndome como si yo fuera su persona favorita en el mundo. —¿QuĂ© me decĂs? —dijo todo contento y flexionĂł ambos brazos. —Estás enorme —dije apoyando sin querer mis manos en su cintura. Pude sentir lo duro que estaban sus abdominales debajo de una capa de grasa que lo hacĂa parecer más ancho de lo que era. Juan admiraba sus propios brazos sonriendo mientras yo lo sostenĂa con mis dos manos de la cintura. Estaba a centĂmetros de su increĂble pecho musculoso y no pude evitar imaginar lo que serĂa enterrar mi nariz entre sus pectorales. De todos modos algo me decĂa que todavĂa no estábamos en esa instancia de afecto. Juan parecĂa querer tenerme cerca y que tocara su musculoso cuerpo, pero eso era todo. No habĂa todavĂa signos de nada sexual, al menos no en el sentido estricto de la palabra. En su entrepierna no habĂa signos de que se le estuviera parando la pija y dado que la tela apenas podĂa contener el tamaño de sus muslos le hubiera sido imposible ocultar una erecciĂłn. —Vas a tener que comprarte ropa nueva —le dije viendo como las mangas de la remera se retiraban descubriendo sus enormes bĂceps. ReciĂ©n entonces notĂ© su cuello mucho más grueso. Sus hombros ahora no solo eran mucho más anchos sino que bajaban a ambos lados como una poderosa lomada. —¡Ah, sĂ! —dijo Juan bajando los brazos—. Te querĂa decir eso. ÂżTe copás acompañándome a comprar ropa? —Tengo que ver si puedo. ÂżCuándo tenĂas ganas? —Pensaba ir mañana sábado, ÂżquĂ© decĂs? —Mmmmm mañana se me complica —dije haciĂ©ndome el ocupado. —¿Domingo? —preguntĂł casi con miedo. —Puede ser, Âża quĂ© hora? —dije y pude ver como se le iluminaban los ojos. —¿Tipo once? Te busco yo y despuĂ©s te invito a comer, ÂżquĂ© decĂs? —Bueno, dale —dije logrando una tranquilidad que me resultĂł incluso sorprendente. Juan sonriĂł y me dio una palmada en el hombro que casi me tira al piso. —Uh, perdĂłn —dijo agarrándome con ambas manos para sostenerme—. TodavĂa no me acostumbro a la fuerza que tengo. —Me doy cuenta, casi me matás —dije sintiendo sus poderosas manos que me sostenĂan. —SĂ, es que posta me doy cuenta que tengo mucha más fuerza que antes —me soltĂł y flexionĂł su pecho—. Hoy a la mañana me puse hacer flexiones y me sorprendiĂł lo fácil que me resultaba. —Se ve que hiciste mil porque tenĂ©s el pecho enorme. —¿El pecho? —dijo mirándose los pectorales—. Ahora no es nada, cuando hice las cien flexiones sin parar parecĂa ser el doble de grande. Lo tenĂa todo duro. Cuando vayamos al gimnasio te muestro lo grande que se me pone. —¿Me vas a hacer un show privado? —preguntĂ© haciĂ©ndome el gracioso. —SĂ, querĂ©s sà —dijo con una sonrisa. Un segundo despuĂ©s se puso colorado y dijo—. Digo, porque vos sabĂ©s… A vos te gustan los cuerpos de los hombres y bueno… Me imaginĂ© que quizás te gustarĂa… No es que quiera algo, pero digo… Porque vos… Vos sabĂ©s cĂłmo se ven los hombres asĂ… Con mĂşsculos digo… Otros hombres digo… Pero si no querĂ©s no pasa nada… —Jaja, tranquilo, chabĂłn —le dije y le di una piña a su increĂble hombro—. Me podĂ©s decir lo que quieras, no me vas a asustar ni nada. —Ja, perdĂłn, no sĂ© quĂ© me pasĂł, soy un boludo. En ese momento Javi saliĂł de la oficina y se acercĂł a nosotros. ApoyĂł una mano sobre el hombro de Juan y dijo: —Tenemos una entrevista con el cliente. Parado a centĂmetros de sus cada vez más musculosos cuerpos me sentĂ más chiquito y dĂ©bil que nunca. Ambos emanaban una virilidad potenciada por el nuevo tamaño de sus cuerpos. Y yo, junto a ellos, tan solo llegando a la altura de sus cuellos, viendo sus pechos inflados y duros me sentĂ nuevamente eso que era: un hombrecito flaco y debilucho.
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muscle growth Joel's growth ( *** include AI images *** ) / Spanish // Parte 16 de 16 - COMPLETE
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PARTE 1 Joel habĂa dedicado todo el verano a entrenar con la ilusiĂłn de unirse al equipo de rugby. Para eso, Ă©l estableciĂł una pequeña rutina diaria, saliendo a correr 5 km cada mañana y luego para terminar unas flexiones de brazos hasta que el lĂmite de su cuerpo lo permita. Algunas veces hacĂa 15, otras llegaba a 20-23. Finalmente, llegĂł el gran dĂa y Joel se presentĂł en el club. Él estaba ansioso y nervioso. Cuando entrĂł al vestuario, se sintiĂł intimidado por el tamaño de los demás chicos. -- "63 kilos..." -- dijo el entrenador cuando Joel se bajĂł de la báscula. Oficialmente, eso lo lo convertĂa en el jugador más pequeño del equipo, a pesar del esfuerzo de sus Ăşltimas semanas Joel se desanimĂł. Pero el entrenador lo mirĂł a los ojos y le dijo -- "Admiro tu perseverancia, muchacho. Puedo ver que te esforzaste en el verano, pero me temo que no es suficiente. En este deporte se necesita ser grande y fuerte En ese momento, Matias, el capitán del equipo interrumpiĂł la conversaciĂłn, flexionando sus generosos biceps. Su fisico de 1,80 y 90 kilos de musculos, hacian que Joel se viera pequeño a su lado -- "¡AsĂ es como se ve un verdadero jugador de rugby ja!" --. El entrenador volviĂł su mirada hacia Joel, y le ofreciĂł una oportunidad -- "No puedo incluirte en el equipo, pero estoy seguro que si entrenas con nosotros, te harás fuerte, y quizás te ganes un lugar para la prĂłxima temporada, que dices? te gustarĂa?" --. Joel aceptĂł, y desde esa misma semana comenzĂł a entrenar junto a todos los otros muchachos del equipo. Si ya estaba impresionado con el tamaño de los otros muchachos del equipo, lo estarĂa mas aĂşn cuando viĂł la fuerza que tenĂan. Todos ellos eran capaces de levantar cargas de peso de 5, 6 e incluso 8 veces más pesadas que Ă©l. Sigue este treath, para ver como Joel crece